La consejera insular de Medio Ambiente, Ana Lupe Mora, explicó que la experiencia de los técnicos del Cabildo y operadores privados en esta especie autóctona sirvió para valorar la importancia y singularidad del ejemplar y lo que representaba para la simbología de los ciudadanos de Cádiz y sus instituciones.
El drago creció buscando la luz y posteriormente una vez alcanzada la altura propicia cambió el eje de crecimiento inclinado a vertical. Por tanto, unas de las hipótesis que se barajan es que las ramas superaron el peso a la capacidad de resistencia de sus estructuras lo que, acompañado de las abundantes lluvias de este año, provocaron y acrecentaron la retención de agua en la copa y provocó dos cosas: un aumento de peso y un aligeramiento del sustrato lo que propicio su violenta caída.
Por ello se valoraron dos posibles soluciones técnicas: bien dejarlo en el mismo sitio, enderezándolo y entablillándolo o, transplantarlo a otro lugar, donde pudiera crecer en condiciones óptimas. Esta última alternativa pareció ser la más idónea. Pero finalmente se observó que el drago se había partido y no existía continuidad entre la copa y las yemas terminales por que el drago no pudo recuperarse y tan sólo pudieron aprovecharse las ramas terminales. Desde el área de Cultura de Cádiz se ha solicitado indicaciones para el tratamiento de esas ramas terminales con yemas para poder en su momento ser plantadas como replicas del "drago original" en zonas ajardinadas de la ciudad de Cádiz.
Actualmente en la unidad de biodiversidad del Cabildo se aconseja que estos ejemplares no se coloquen en lugares públicos que no se encuentren debidamente alejados de la proyección de la caída sus rama debiéndose valorar siempre la seguridad del ciudadano por encima de cualquier otro tipo de consideración botánica, estética, cultural, histórica, etc. máxime cuando estos ejemplares pueden transplantarse a otro lugar.