Conformada por una selección de piezas del museo americanista del Cabildo de Gran Canaria, la exposición, que permanecerá abierta hasta el 27 de febrero, propone al público un acercamiento al paisaje a través de diversos artistas cuya producción plástica abarca desde finales del siglo XIX a la década de 1970. La selección va de la costa al interior, y de la visión naturalista-realista a la síntesis más geométrica, pasando por la luz del posimpresionismo.
La muestra puede visitarse en el mencionado museo aruquense de lunes a viernes, de 10.00 a 18.00 horas, y los sábados, de 10.00 a 13.00 horas. Los domingos y festivos dicho centro permanece cerrado. Este mismo conjunto de obras ya pudo disfrutarse en Agaete, Agüimes, Gáldar y Santa Brígida durante el año pasado.
PERCEPCIÓN CAMBIANTE DEL MUNDO. De 1893 es la obra de Poggi Borsotto que, con una mirada idílica, como un viaje a la Arcadia, adentra al público de la exposición en la Caldera de Taburiente. Los personajes aparecen diminutos ante la imponente arquitectura natural de Taburiente. El pintor, fiel al naturalismo, trata de atrapar color y volúmenes en el lienzo, para trasladar al espectador a una supuesta realidad transcrita e incontestable.
En adelante, el paisaje que enseña la colección comienza a desdibujarse, deja de ser incontestable para ser sentido. La realidad no sólo es lo que se ve, sino lo que se percibe, lo que se siente en contacto con el paisaje. Hay que congelar en el lienzo no sólo las rocas, el mar y los árboles, sino también el momento íntimo, esa sensación que satura los sentidos cuando se descubre un campo rojo de amapolas en primavera.
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Esa nueva percepción del mundo será la que abra la andadura a la modernidad en el siglo XX. La centuria se aborda en la exposición en una secuencia que conduce desde el mar sombrío de López Ruiz a la palmera sobre la pared soleada de Suárez León, pasando por el intenso verde desdibujado de los árboles de Botas Ghirlanda o por las inertes rocas frente al horizonte azul de Cirilo Suárez.
El punto de inflexión entre el paisaje transcrito de Poggi Borsotto y las piezas más sincréticas de Antonio García, Vinicio Marcos, Nils Berdeson o Manuel Ruiz, lo pone Nicolás Massieu y Matos.
Con Massieu, el paisaje se inunda de luz descomponiendo el color con una mirada posimpresionista. Los límites se difuminan, los contornos pierden relevancia, importa el momento, el sentimiento que se transmuta en luz, volviendo el mar violáceo mientras las montañas se tiñen del azul intenso del cielo.