La audición arrancará con la obertura de Las Hébridas (The Hebrides), de Mendelsshon (Hamburgo, 1809 - Leipzig, 1847). El compositor tenía unos veinte años cuando empezó a realizar viajes que le permitieron inspirarse en sus obras. Así surge su Sinfonía Escocesa, pero también la obra que afronta este viernes la Sinfónica de Tenerife. Mientras se encontraba en Escocia visitó las islas Hébridas, lugar donde escribió el tema para su obertura Las Hébridas. Se trata de una pieza que el autor dio varias veces dar por terminada, pero nunca se mostró satisfecho y por ello existen hasta tres manuscritos de la obra dándola por acabada. La versión final, publicada como la obertura La gruta de Fingal, resulta bastante más corta que las dos composiciones anteriores.
Michal Nesterowicz ha escogido como segunda obra del programa el Concierto para violonchelo, de Robert Schumann (Zwickau, 1810 - Bonn, 1856). El director titular y artístico de la Orquesta Sinfónica de Tenerife repite en la temporada con una obra en la que se le da protagonismo al violonchelo, un instrumento sobre el que ya anunció el maestro polaco que iba tener una destacada presencia en su primer año como responsable de la formación musical dependiente del Cabildo de Tenerife.
El Concierto para Violonchelo y Orquesta es una obra ya de plena madurez escrita en 1850, durante uno de los escasos intervalos de felicidad que disfrutó en Dusseldorf tras ser nombrado director de musical de la ciudad. Schumann componía durante intensos arrebatos de inspiración e incluso define a esta obra como pieza de concierto en lugar de concierto. El comienzo de una grave enfermedad mental cercenó sus actividades como creador, pero nos deja este trabajo melódico en su totalidad, con el violonchelo siempre destacado. Aunque el concierto fue compuesto rápidamente, Schumann siguió realizando arreglos durante varios años, justo hasta que fue internado de forma definitiva en el asilo de Endenich. Jamás escuchó una interpretación de este concierto.
A diferencia de Schumann, Johannes Brahms (Hamburgo, 1833 - Viena, 1897) no solo pudo escuchar sino también dirigir su Primera Sinfonía, algo que pudo realizar en septiembre de 1876 solo tres días del estreno absoluto en la localidad alemana de Karslruhe. Eso sí, al compositor le llevó veintidós años aprender la forma de utilizar la orquesta de modo sinfónico. Durante esos años trabajó para dominar y controlar su romanticismo, para fundir la inspiración y el intelecto, para comprender a Beethoven profundamente y para moldear sus propios pensamientos sinfónicos. El resultado de esta lucha increíble para lograr autodisciplina es, indudablemente, la más grande primera sinfonía jamás compuesta.