El último que visualicé (...) responde a lo citado o peor, que ya es decir, porque la estrella (...) era la actual consejera de empleo y otras materias menores. Un ejemplo de oratoria, de claridad, de saber lo que debe hacerse, de política de altura, etc...., bastó contemplar los rostros de los acompañantes que escriben para calibrar el esperpento que la señora que manda en el paro dejó en el plató. Y don Carmelo, el chófer, impasible. Un error de quién la envió ante las cámaras, otro más que le da la razón a la sinrazón: si la dama es la responsable de albergar alguna esperanza apaga y vámonos. Todos – intuyo – quisieron irse antes de que acabara el esperpento. Pero el guión ordena que cada plumífero haga una frase, un resumen personal de lo que se ha debatido.
-Mola, dijo uno. Guay, sentenció un compañero. Me pone, convino una congénere. Super, fue la opinión de un simpatizante. Menos es nada, dijo el conductor. Y doña Emilia, poderosa, pensando que ellos se matan solos. ¿Una infusión?, si. Y todos se tranquilizaron dentro de lo que cabe, hablando de fútbol, de Chipre o de la humildad del papa Francisco.
En serio: lo que da pena es que toda una autoridad (...) canaria no haya respondido ni a una sola pregunta sobre los asuntos que en teoría debe conocer. Y hablamos de la inmensa tragedia que supone el paro y sus consecuencias y de una mujer política de amplio recorrido y que habrá llegado al puesto que hoy ocupa – realquilada – por méritos o su capacidad de medrar en las procelosas ramas de los pasillos congresuales, do pululan (...) los mediocres que llevan años, como la consejera, bajando los escalones que nos ha conducido a lo que puede verse, como en el juego del envite, aunque uno vaya ciego, ciega o casi tartamuda. Lady Gaga es otra historia.
¿Cómo quereis que os responda...– dice la seña - con mi nombre de guerra o como consejera...?, que es cuando los contertulios repiten lo de mola, me pone, super o menos es nada. O cuándo miran a doña Emilia, sonriente, recordando que ya dijo que ella o ellos se matan solos.
Y es socialista, dijo más de una vez la política. Otra mentira más de la conversación desabrida del envite aburrido y en el que nadie se pegó una caña. O sea, digo yo, que tenemos menos crisis de la que nos merecemos. Si la protagonista de esta crónica (salvo doña Emilia que es la que sabe estar de verdad) es un alto cargo, es lógico deducir que el común de los parados pocas esperanzas tienen, de momento. A lo mejor dimite. O no.
No sé si me decido a llamar a Pérez para que me explique la insoportable levedad de ser consejera socialista. Y de empleo o del paro. A lo mejor me contesta dentro de unos meses que su táctica es el engodo y que, por ello, mantiene a la señora consejera, dándole liña, estrategia que pocas han resistido, peninsulares inclusive.
