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24 Sep

Hace dos millones de años el agujero negro supermasivo situado en el centro de la Vía Láctea sufrió una explosión

Un agujero negro u hoyo negro es una región finita del espacio en cuyo interior existe una concentración de masa lo suficientemente elevada para generar un campo gravitatorio tal que ninguna partícula material, ni siquiera la luz, puede escapar de ella. Sin embargo, los agujeros negros pueden ser capaces de emitir radiación, lo cual fue conjeturado por Stephen Hawking en los años 1970. La radiación emitida por agujeros negros como Cygnus X-1 no procede sin embargo del propio agujero negro sino de su disco de acreción. La gravedad de un agujero negro, o «curvatura del espacio-tiempo», provoca una singularidad envuelta por una superficie cerrada, llamada horizonte de sucesos. Esto es previsto por las ecuaciones de campo de Einstein. El horizonte de sucesos separa la región del agujero negro del resto del universo y es la superficie límite del espacio a partir de la cual ninguna partícula puede salir, incluyendo los fotones.

Dicha curvatura es estudiada por la relatividad general, la que predijo la existencia de los agujeros negros y fue su primer indicio. En los años 70, Hawking, Ellis y Penrose demostraron varios teoremas importantes sobre la ocurrencia y geometría de los agujeros negros. Previamente, en 1963, Roy Kerr había demostrado que en un espacio-tiempo de cuatro dimensiones todos los agujeros negros debían tener una geometría cuasi-esférica determinada por tres parámetros: su masa M, su carga eléctrica total e y su momento angular L. Se conjetura que en el centro de la mayoría de las galaxias, entre ellas la Vía Láctea, hay agujeros negros supermasivos. La existencia de agujeros negros está apoyada en observaciones astronómicas, en especial a través de la emisión de rayos X por estrellas binarias y galaxias activas.

Ahora sabemos que el agujero negro supermasivo situado en el centro de la Vía Láctea sufrió su última explosión hace dos millones de años, según ha determinado un estudio, publicado en 'The Astrophysical Journal' y elaborado por científicos de la Universidad Sydney y del Observatorio Felow (Australia). Durante años los astrónomos han sospechado que el centro de la galaxia había sufrido una explosión 'reciente' pero, hasta ahora, no se le había puesto fecha. La evidencia de que había tenido lugar una erupción proviene de un filamento de gas, principalmente hidrógeno, conocido como Corriente de Magallanes. Los científicos que estudian el centro galáctico se han reunido esta semana en un taller en la Universidad de Stanford (California), donde el profesor Bland-Hawthorn ha explicado la existencia de las corrientes de gas que podría ser la celebración de la memoria del pasado del centro galáctico. Así, en cuanto a la Corriente de Magallanes, el científico ha indicado que emiten luz al igual que la Tierra cuando las partículas del Sol golpean su atmósfera (provocando las auroras en los polos). En este caso, la culpable del resplandor es la luz ultravioleta que divide los átomos de hidrógeno en protones y electrones. "Cuando los componentes se recombinan los electrones emiten 'H-alpha', una longitud de onda específica de la luz", ha indicado el investigador.

Aurea Gutierrez

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Aurea Gutierrez

Aurea Gutierrez
Divulgadora Científica – Crónicas Aureas

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