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27 Feb

Los entrenadores no sólo tienen que centrarse en la preparación del partido, en llevar un riguroso control de los entrenamientos, en conseguir que haya disciplina para sacar el máximo rendimiento a su plantilla. También tienen una misión trascendental, la de lograr aunar al grupo humano al que les toca dirigir como si fuese una gran familia, donde todos, absolutamente todos, se sientan implicados en los resultados del club, desde el tituladísimo hasta el último reserva. Todos tienen que sentirse piezas vitales del engranaje de la entidad y eso parte fundamentalmente de las estrategias del coach.

Obviamente, nadie va a tirar piedras contra su propio tejado y en el deporte, como en cualquier otro ámbito de la vida, lo que todos perseguimos es ganar. No conozco a nadie que se sienta especialmente feliz por haber perdido porque, además, es algo intrínseco en el ser humano. A todos nos gusta ser los mejores, obtener los mayores premios posibles y cuando hablamos de deporte de élite a los preparadores se les exige siempre resultados. Lo del juego bonito, lo de hacer grupo, lo de repartir minutos está muy bien, pero si no cumples unos mínimos marcados...te ponen de patitas en la calle.

Sin embargo, a lo largo de una temporada siempre suceden imprevistos, lesiones, expulsiones, etcétera que provocan que en cualquier momento haya que echar mano de los menos habituales y ahí es donde el entrenador, previamente, ha tenido que hacer una labor ingente para que sus reservas salgan a comerse el mundo.

En el mundo del fútbol, por ejemplo, tenemos el caso de dos técnicos antagónicos en eso de hacer grupo. Por un lado, José Mourinho, especialista en acabar con la paciencia de todo un vestuario, metiendo cizaña, poniendo siempre en el punto de mira a los que entiende que no cumplen con lo exigido por él y denostando a la cantera y, por el otro, a Pep Guardiola, un técnico que lo ha ganado todo y que nunca perdió el norte. Siempre mantuvo un equipo base, pero cuando hubo que echar mano de los suplentes, éstos siempre respondieron porque el de Santpedor nunca criticó públicamente a su plantel, ni de manera colectiva ni de manera individual.

Por supuesto, estas conductas no se demuestran ahora, como si surgieran por generación espontánea, sino que se van adquiriendo desde la base. Y en ese deporte que practican los niños donde los técnicos tienen la responsabilidad de conseguir motivar a su plantilla, desde el que es considerado el megacrack hasta el que tiene menos habilidades. Precisamente, cuando se hace grupo ni la estrellita del equipo se cabreará porque le tengan que sustituir ni el eterno suplente pasará de entrenarse con fuerza y entusiasmo durante la semana porque sabe que tarde o temprano contará con él su entrenador.

Juan Antonio Alonso Velarde

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Juan Antonio Alonso Velarde

Actualmente es redactor en Madrid del área de política en Periodista Digital. Es columnista de opinión en las páginas de Canarias del periódico ABC, contertulio en el programa Tenerife Week, en Radio Unión Tenerife; en a Todo Tenerife, en Es Radio Pulso Tenerife y en La Alpizpa, en Canarias Radio La Autonómica.

Sitio Web: juanvelarde.blogia.com/

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