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03 Abr

La señora Ada Colau se ha pensado que todo el monte es orégano. Su estrategia del escrache, la persecución indiscriminada de políticos (siempre que estos sean del PP, claro está) empieza a volverse en contra de ella y de sus acólitos, entre otras consideraciones porque las razones que pudieran asistir a su movimiento se diluyen ante una estrategia de acoso indecente a unos diputados que, en todo caso, han sido puestos ahí por las urnas, por los ciudadanos. Sí, el sistema electoral actual no es el más justo, pero de momento es lo que tenemos y a esas reglas del juego hemos de atenernos.

Lo que el colectivo de Colau persigue es alterar la ley por sus santos ovarios y hasta que la cosa no cambie no se piensa bajar del burro.

Posiblemente, haya sido de las pocas personas privilegiadas que sin ser política u ostentar un cargo público, ha contado con la oportunidad de poder hablar alto y claro en el Congreso de los Diputados donde, dicho sea de paso, se permitió el lujo de amenazar al representante de la banca. Y es que ella es así de asilvestrada, con su look quincemero que se arregla convenientemente hasta difuminarlo por completo cuando va a las televisiones.

Colau cree que todo vale en esta vida para conseguir lo que quiere y si hace falta se publica dónde vive tal o cual diputado (sólo falta que publiquen el número de teléfono del político en cuestión). Es una verdadera desahogada esta individua que gallea continuamente de todo lo que se ha conseguido y lanza bravatas a los cuatro vientos sobre las siguientes acciones que ella y sus acólitos tienen en menta acometer, cuáles serán las siguientes moradas que piensan hollar con sus pasquines. Y la Policía, también dicho sea de paso, sentada a la espera de acontecimientos.

Nadie pone en tela de juicio que las entidades bancarias han sido y se han comportado como verdaderos usuarios de la Edad Media, con cláusulas abusivas y condiciones ocultas. Convengamos que el Gobierno, éste y los anteriores, ha actuado con demasiada permisividad y que la ley hay que cambiarla. Sin embargo, lo que no se puede consentir es la violación de la intimidad porque a esta señora le salga del bolo. Tal vez, habría que empezar a dar pistas sobre el domicilio de la señora Colau, a ver si le hace tanta gracia que se sepa dónde vive. Ya que es tan amiga de publicitar los domicilios de los políticos, pues empecemos por hacer público el de ella...es lo menos que podemos pedir para jugar todos con las mismas reglas, ¿cierto, no?

Juan Antonio Alonso Velarde

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Juan Antonio Alonso Velarde

Actualmente es redactor en Madrid del área de política en Periodista Digital. Es columnista de opinión en las páginas de Canarias del periódico ABC, contertulio en el programa Tenerife Week, en Radio Unión Tenerife; en a Todo Tenerife, en Es Radio Pulso Tenerife y en La Alpizpa, en Canarias Radio La Autonómica.

Sitio Web: juanvelarde.blogia.com/
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