Sin embargo, Aznar, cual dueño de la finca, y después de ningunear hasta el cansancio a la responsable de los servicios informativos de Antena 3, Gloria Lomana, se cuelga de un teléfono y poco menos que le faltó decir:
¡¡¡Ehhh, chavala, que sí, que ahora quiero que me entrevistes porque le voy a soltar dos macos a Rajoy que se va a enterar de lo que vale un peine!!!
Por supuesto, fue hablar el mascachapas de Bush, el amo de la Azores, y oye, prime time y al día siguiente todo el mundo haciéndose eco de la entrevista de marras.
No vamos a negar que el legado de Aznar dejó cosas buenas, muy positivas para España, entre otras ser una nación reconocida en las principales esferas internacionales, logrando cortar y partir el bacalao en las siempre exigentes cumbres europeas, ser socio preferente de Estados Unidos, dar un salto cualitativo a nuestra economía, pero también no prever mecanismos para los que un lustro después iba a estallar en nuestra cara como fue la burbuja inmobiliaria.
También hay quien defiende que con Aznar se hará frente a los nacionalismos, ¿cómo? Ja, ja, ja, ja. ¿Alguien se acuerda de Alejo Vidal Quadras? Pero si fue el propio presidente quien no dudó en servírselo en bandeja de plata al mismísimo Jordi Pujol a cambio del pacto de gobernabilidad. Ahora es sencillo dar soluciones desde una televisión y sin periodistas críticos (al menos no era un plasma como Rajoy), pero cuando se tiene la seguridad no se va de boquilla, se planta uno en Génova 13, pide que le quiten la consideración de presidente de honor y a luchar por ser el elegido como cabeza de lista para las elecciones. El resto es demasiada tramoya, mucho fuego artificial y un empalago de autobombo que produce diabetes mental.
Juan Antonio Alonso Velarde