Lo que sucedió el pasado lunes en la rueda de prensa de Mariano Rajoy con el presidente polaco, única ocasión que han tenido los medios de comunicación para poder preguntar al mandatario español por todo lo referente a las últimas revelaciones en torno al 'caso Bárcenas' deja de manifiesto que los periodistas nos hemos dejado comer la tostada por los políticos y por sus responsables de 'prensa-censura' de tal manera que al final toda la cháchara y polvareda que se ha montado no es, precisamente, porque el presidente haya dado una respuesta prefabricada, sino que ha quedado al descubierto que se pactan las preguntas y quiénes preguntan. Ahora todos cargan contra el compañero del ABC, Mariano Calleja, por romper supuestamente el acuerdo. Pero, vamos a ver, ¿es legítimo tolerar ese tipo de componendas y apaños chapuceros?

Un compañero de profesión, que en sus tiempos tuvo que cubrir semanalmente las ruedas de prensa posteriores al Consejo de Ministros, veía con incredulidad como había una complicidad entre el portavoz (o la portavoz) de turno del Gobierno para dar las preguntas a quienes consideraban que eran los periodistas más de 'cámara'. De hecho, asegura, que la primera vez que pisó esa sala de prensa, como no era conocido, le dieron turno de palabra, pero que después, que curioso, cuando vieron que su pregunta era incómoda, ya no le volvieron a dar el micrófono.

Desgraciadamente, esta situación se ha mantenido con el paso de los años y no hay quien tenga los redaños suficientes como para cambiarla. Luego salen las APM y las Del Riego de turno a contarnos la milonga de que sin periodismo no hay democracia. Pero, ¿qué clase de periodismo es éste en el que se pacta el número de preguntas y casi hasta su contenido para que el presidente responda lo que ya lleva escrito de antemano en un papel? Es de vergüenza.

Juan Antonio Alonso Velarde