Miércoles, 24 de Abril 2024 

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03 Dic

Ser sindicalista en España, a día de hoy, está no sólo mal visto, es que prácticamente es como decir que eras banquero en pleno estallido de la estafa de las preferentes, te ganabas casi seguro la reprobación de toda la sociedad, incluida la de la comunidad de vecinos en la que habitases. Y como toda generalización acarrea injusticias, no podemos poner a todos los miembros de los sindicatos, en especial UGT y CCOO, en el mismo nivel. Los hay bien honrados y que se parten los cuernos por conseguir unos excelentes acuerdos para sus representados, pero sin abusar de la empresa. Hay quienes entienden que no siempre se puede ganar una negociación colectiva, que un convenio no sale como se esperaba, pero no por ello hay que incendiarlo todo. Pero claro, la normalidad no cotiza, no tiene minutos de televisión y mucho menos en prime time.

Aquí estamos asistiendo a diario y casi por horas a un bochornoso espectáculo de comilonas, de mariscadas, de vinos carísimos, de dinero saliendo de los colchones, de maletines falsificados, de cursos de formación que se daban en el Caribe y toda una suerte de despropósitos que aún no han sido explicados por quienes tendrían, aparentemente, la máxima responsabilidad. UGT es, especialmente, el sindicato que está protagonizando portadas diarias, aperturas de informativos, pero ni su líder nacional, Cándido Méndez, ni su gente en Andalucía, parecen estar dispuestos a ofrecer a los ciudadanos las pertinentes declaraciones ante la mamandurria que han constituido y que han oficializado como si fuese lo más natural del mundo.

Los ciudadanos merecemos más que una explicación porque organizaciones como la UGT se financian no sólo con las cuotas de los afiliados (que es la parte mínima) sino con el dinero de nuestros impuestos y esas cantidades, que se supone que van, entre otros capítulos, a sufragar cursos de formación a desempleados, al final se han dedicado a fines tales como fundírselo en comidas en restaurantes de alto copete, con botellas de vino que, en algunos casos, llegaban a los tres ceros a la derecha, a viajes al Caribe que luego se camuflaban como cursos formativos o, lo mejor de todo, lo de los maletines Salvador Bachiller encargados a China, es decir, a falsificar el modelo de una firma de prestigio como la de esta empresa radicada en Arganda del Rey. Pero aquí nadie da la cara (y eso que alguno la tiene bien grande).

Juan Antonio Alonso Velarde

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Juan Antonio Alonso Velarde

Actualmente es redactor en Madrid del área de política en Periodista Digital. Es columnista de opinión en las páginas de Canarias del periódico ABC, contertulio en el programa Tenerife Week, en Radio Unión Tenerife; en a Todo Tenerife, en Es Radio Pulso Tenerife y en La Alpizpa, en Canarias Radio La Autonómica.

Sitio Web: juanvelarde.blogia.com/

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