Aquí estamos asistiendo a diario y casi por horas a un bochornoso espectáculo de comilonas, de mariscadas, de vinos carísimos, de dinero saliendo de los colchones, de maletines falsificados, de cursos de formación que se daban en el Caribe y toda una suerte de despropósitos que aún no han sido explicados por quienes tendrían, aparentemente, la máxima responsabilidad. UGT es, especialmente, el sindicato que está protagonizando portadas diarias, aperturas de informativos, pero ni su líder nacional, Cándido Méndez, ni su gente en Andalucía, parecen estar dispuestos a ofrecer a los ciudadanos las pertinentes declaraciones ante la mamandurria que han constituido y que han oficializado como si fuese lo más natural del mundo.
Los ciudadanos merecemos más que una explicación porque organizaciones como la UGT se financian no sólo con las cuotas de los afiliados (que es la parte mínima) sino con el dinero de nuestros impuestos y esas cantidades, que se supone que van, entre otros capítulos, a sufragar cursos de formación a desempleados, al final se han dedicado a fines tales como fundírselo en comidas en restaurantes de alto copete, con botellas de vino que, en algunos casos, llegaban a los tres ceros a la derecha, a viajes al Caribe que luego se camuflaban como cursos formativos o, lo mejor de todo, lo de los maletines Salvador Bachiller encargados a China, es decir, a falsificar el modelo de una firma de prestigio como la de esta empresa radicada en Arganda del Rey. Pero aquí nadie da la cara (y eso que alguno la tiene bien grande).
Juan Antonio Alonso Velarde