Imagínense ustedes cual no sería su bochorno cuando momentos después tuvo que volver a subir en la cuenta de Twitter que lo que era un avión siniestrado, sin saber además cuántos pasajeros viajaban en la aeronave, pasaba a ser nada más y nada menos que un remolcador marino. Sí, desde una determinada perspectiva podía parecer un avión, pero las cosas haya que observarlas antes desde distintos ángulos y ópticas antes de lanzarse a pregonar una falsa realidad.
Desconozco si al responsable de la cuenta en cuestión le habrán reprendido o directamente le habrán dado la boleta, pero lo que no es de recibo es que alguien use un perfil oficial para comportarse como todo hijo de tuitero que teclea lo primero que se le pasa por la cabeza. La rapidez de Twitter, su expansión en cuestión de segundos por medio mundo, debería servirnos para darnos cuenta de que no se puede actuar con ligereza. ¿O acaso no se ha puesto en la piel ese community manager de la angustia que han podido experimentar familiares y amigos que acabasen de dejar a sus seres queridos en el aeropuerto o los que estuviesen a punto de recibir a los suyos?
Twitter es una herramienta esencial para comunicarnos, para discutir o para lo que ustedes quieran, pero cuando una institución oficial y más aún un servicio de emergencias decide crearse un perfil, lo menos que se puede exigir es que se ponga al frente de la misma a alguien con dos dedos de frente y que no haga caso de la primera foto que le envíen o del primer chismorreo. A veces hay tuiteros que bien escuchan las cosas a medias o ven equivocadamente y quieren compartir su descubrimiento. Hasta ahí, correcto, pero que un ente oficial le dé carta de naturaleza ya es harina de otro costal.
Juan Antonio Alonso Velarde