Yendo por partes, a nadie se le puede ocultar la realidad de los hechos y éstos no son otros que el Ejecutivo, en concreto el departamento sanitario, no ha actuado conforme a lo reglamentado para estos casos. Bien está que le den hasta en el velo del paladar a la ministra porque, a fin de cuentas, es la máxima responsable, pero tampoco olvidemos las responsabilidades que se han omitido desde el inicio de este caso.
Y es que, por ejemplo, a estas alturas, aún nadie me ha explicado por qué esta auxiliar de enfermería que estuvo designada para conformar el equipo médico que atendió al misionero infectado por el ébola no fue sometida a un examen con posterioridad. ¿Por qué se la dejó marchar sin hacerle prueba alguna, incluso yéndose de vacaciones y entrando en contacto con otras personas? Eso ya no es una labor ministerial, sino de quienes en los centros sanitarios deberían de aplicar sentido común a sus decisiones.
Confío en que esta mujer pueda recuperarse plenamente de este contagio y que pueda volver a hacer vida normal. Eso es lo que ahora nos debería ocupar y preocupar y después, en todo caso, depurar las responsabilidades que sean menester. Pero los Jodemos, Izquierda Hundida y el diputado cantoso del UPyDorretas han preferido usar el caso del ébola como una especie de maná, de nuevo Prestige para intentar sacar rédito electoral de lo que ha sido un fallo de protocolo, más imputable a unos mandos inferiores que a una ministra a la que, eso sí, le siguen faltando tablas para dar explicaciones, ya sea de Jaguares o de crisis sanitarias.
Juan Antonio Alonso Velarde