Sin embargo, el vasco asegura que la cantidad ofrecida es prácticamente una miseria y que él, por el tiempo que permaneció en el interior de la casa de Guadalix, apenas recibió una cifra en torno a los 600 euros, amén de los 1.200 del inicio. Pues suficiente me parece para estar en el interior de unos metros cuadrados sin aportar nada a la Humanidad. Porque, no nos engañemos, este pseudoconcurso, al igual que 'Adán y Eva', está diseñado para especialistas de la tumbona, de los que se echan o tiran a la bartola y pretenden que se les dé todo hecho. Son unos especialistas del escaqueo y de pretender ganar dinero a espuertas sin mover una sola ceja. Hay que tener mucho morramen para encima quejarse de que apenas le dan propina. ¿Qué más quiere? ¿Ganar lo mismo que un científico?
Luego se queja de la cesión de los derechos de imagen. Cuando tú firmas un contrato, lo lógico es revisar punto por punto todas las condiciones que se proponen y si no te gustan, o bien las discutes o bien rechazas entrar en este circo. Sin embargo, lo sencillo, lo cómodo y lo menos agobiante es firmar hasta la muerte de Manolete y después, cuando ves que eres un personaje olvidado, lanzarse al ruedo de los lamentos a lo Calimero y quejarse de no haber tenido el trato (económico) merecido.
Y es que Igor, como cualquiera de los otros 'faltos de tornillos' que han pasado por la casa de Guadalix, tienen que tener claro que la fama es efímera para todo bicho viviente, máxime cuando a lo que te dedicas es a tocarte los eggs. 'Gran Hermano' es eso, un espacio nada productivo, que sólo sirve para crear famosos de medio pelo y que duran menos que unas pilas alcalinas de marca blanca. Lo máximo a lo que pueden aspirar estos personajes es a pillar cacho en un 'Deluxe' a costa, eso sí, de vende una historia truculenta relacionada con cuernos, drogas u otras adicciones. De lo contrario, no interesan.
Juan Antonio Alonso Velarde