El pequeño Nicolás, del que no sabemos si ha cobrado o no por su aparición televisiva, pero si tuviera que apostar, me lo juego todo a que se llevó una buena morterada por estar dos horas largas cantando La Traviata y encima dar la sensación de que escapaba vivo, se ha convertido en el recurso imprescindible en cualquier conversación, pero de lo que nadie ya puede tener duda es de que estamos ante un elemento maquiavélico, experto manipulador, un auténtico 'Míster Meeting' capaz de arreglar sobre la marcha encuentros o reuniones imprevistas. Se entera de un par de datos, los reviste con un poco de literatura, le echa más cuento que Calleja y listo para salir a la escena pública a contar otro epopéyico relato.
No obstante, más que hacer comunicados para desmentir la sarta de barbaridades que dijo en Telecinco y en El Mundo, lo que echo de menos por parte de las instituciones nombradas en vano por este individuo es que se haya procedido a detenerlo en cuanto saliera de la entrevista en la televisión o incluso, si me apuran, que le hubieran echado el guante a este perillán, a este tunante con aires de grandeza. Me quedo, sin duda, con la reflexión que hizo hace mese y medio la periodista Isabel San Sebastián cuando detuvieron a este bergante, que la política española ha llegado a tal punto de herrumbre y de podredumbre que cualquiera que vaya diciendo que conoce a fulano o a mengano de tal tiene todas las puertas abiertas para medrar. He aquí el ejemplo y como al pequeño Nicolás le han ido agrandando el ego a base de minutos en prime time.
Juan Antonio Alonso Velarde