Puede endulzarnos la vida un aria de Bach o las Cuatro Estaciones de Vivaldi, todo depende también de que quienes tienen que ejecutarla tenga la maestría necesaria y los instrumentos adecuados. Lo que para algunos puede ser un verdadero tostón, para otros será una maravilla digna de cualquier dios que se precie.
Sin embargo, en una sociedad que parece estar dispuesta a comprar o a pagar por cualquier tontería, está haciendo furor la llamada sinfonía de John Cage 4.33 (John Cage - 4'33" (BBC)), que lleva ese nombre porque es concretamente el tiempo que dura en cuestión la pieza. Bueno, en realidad podría durar el tiempo que al director le diese la real gana porque, sencillamente, no hay un solo acorde, ni una nota, ni nada. Sólo la blancura de la partitura un director que está en el atril haciendo algún que otro gesto que causa la hilaridad del auditorio.
Esta mamarrachada ya ha sido tildada por algunos especialistas en la materia como algo sencillamente espectacular, genial, digno de un genio. Vamos, de aquí a que le den el Premio Príncipe de Asturias sólo hay un paso, más que nada porque es más sencillo que te den ese galardón que encontrar toneladas de bolsas de papatas fritas en el chino de la esquina, por poner un ejemplo. Me parece de una caradura increíble que a esto se le llame arte cuando lo lógico es que se le etiquetase de timo, pero para gustos colores.
Eso sí, estos mismos que venden como una genialidad la música sin sonido, son los mismos que pondrían el grito en el cielo si les meten en una sala de cine con la pantalla en blanco, los sientan en un campo de fútbol, pero sin partido que ver o los llevas a un lujoso restaurante, pero sin comida en el plato. Entonces sí que se considerarían estafados y reclamarían la devolución de su dinero.
Juan Antonio Alonso Velarde