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02 Abr

¿Crecimiento infinito?

Aunque muchas veces cerremos los ojos ante la evidencia, con actitudes que van desde los negacionismos interesados a los pasotismos irresponsables, lo cierto es que el deterioro del planeta avanza a un ritmo vertiginoso. A la velocidad de la luz. Y no es una hipérbole: es la dura y espantosa realidad.

Son muchísimas las voces científicas y conservacionistas que continuamente nos advierten sobre esta situación comprometida y su carácter irreversible si no nos la tomamos realmente en serio. Según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), en su último informe Planeta Vivo 2010, la riqueza natural de los bosques, del agua dulce y de los ecosistemas marinos de la Tierra han declinado en un tercio desde 1970.

En los últimos cuarenta años se ha perdido el 30% de la biodiversidad y ha aumentado más del doble la demanda de recursos naturales, lo que certifica que estamos usando el equivalente a un planeta y medio para satisfacer nuestras necesidades. Es más, de continuarse a este ritmo de consumo, para el año 2030 precisaremos anualmente la capacidad productiva de 2 planetas enteros y se requerirían 4,5 para satisfacer la demanda de una población mundial cuyo estilo de vida fuera el mismo que el de un ciudadano medio de EEUU.

Sólo la treintena de países de la OCDE es responsable del 40% de la Huella Ecológica a nivel global, lo que nos indica también los enormes desequilibrios y desigualdades que se producen a nivel planetario: los países con mayores ingresos tienen una huella tres veces mayor que los países de ingresos medios y cinco veces mayor que los de bajos ingresos y, sin embargo, el impacto mayor se deja notar de manera más rotunda en la población más pobre y vulnerable. Es la demostración más fehaciente de la socialización de los daños: los beneficios de los dislates para unos pocos y los daños para los países y las personas más débiles. Podría rellenar muchísimos folios con ejemplos gráficos de lo que está sucediendo, pero solo me voy a permitir detallarles algunos apuntados recientemente por la comunidad científica internacional.

Han sido precisamente 255 científicos norteamericanos perteneciente a la Academia Nacional de las Ciencias (once premios Nobel entre ellos) los que hace muy poco denunciaron el ataque visceral, desde la política cómplice y las grandes multinacionales más voraces, "a los científicos en general y a los científicos del clima en particular" a la hora de evidenciar el cambio climático. Y es que todos los datos que nos llegan son alarmantes. A pesar de la crisis, las emisiones de CO2 apuntan niveles record de aumento con cifras que implican efectos irreversibles: desde 1998 hasta ahora ha habido un incremento del 35% en las emisiones de gases de efecto invernadero; la deforestación avanza a un ritmo de 14.000 hectáreas cada día; la capacidad del planeta de absorber el consumo es de 2,1 hectáreas per cápita y la media ya está en 2,7, disparándose hasta las 5,7 de un español o las 9,4 de un estadounidense; España, que presenta un déficit ecológico importantísimo, duplica el límite de emisiones y el calentamiento amenaza con reducir doce meses la esperanza de vida de sus habitantes según un estudio científico publicado en Nature Communications; otro estudio señala que las afecciones en el litoral y el medio marino europeo se comerá su costa y expondrá a 800.000 personas a riesgo de inundaciones, (en Canarias el mar ha subido diez centímetros en solo trece años); la huella ecológica en Canarias es 10,4 veces mayor que la superficie del archipiélago, avanzamos claramente hacia una tropicalización climática y nuestra temperatura sigue aumentando muy por encima de la media española lo que se ha traducido, por el momento, en tormentas tropicales, en la invasión de nuestros mares por algas, en la llegada de peces de otras latitudes, en barridas de las arenas de Maspalomas...

Existe un claro enfrentamiento entre la economía, el modelo económico que la sustenta, y el medio ambiente, la equidad y la justicia social: las desigualdades sociales y económicas propias de un modelo capitalista sin alma se seguirán agrandando y los conflictos por las materias primas, por la energía, el agua, los alimentos, por la supervivencia en definitiva, no dejarán de recrudecerse y serán cada vez más cercanos (el mismo Pentágono acaba de reconocer que el calentamiento global es una amenaza gravísima para la seguridad mundial y se prepara para afrontar migraciones masivas, catástrofes naturales (inundaciones, sequías...), guerras locales o más amplias....).

Hace muy poco los 22 expertos que componen el Panel para la Sostenibilidad Global de la ONU insistían en que el actual modelo es insostenible por lo que es necesario reemplazarlo por otro que sea más respetuoso con el medio ambiente y con los seres humanos y hablaban de nuevos indicadores de desarrollo más allá del PIB, de la apuesta por fuentes de energías renovables y de orientar al sector privado hacia la sostenibilidad medioambiental. Los Objetivos del Milenio 2015 hablan de proteger el medio ambiente y erradicar la pobreza. Ban Ki-moon acaba de afirmar que "los ecosistemas están bajo presión; las economías se tambalean; la apetencia del ser humano por los recursos naturales sigue creciendo, necesitamos un nuevo esquema más sostenible que refuerce la igualdad y el crecimiento económico mientras protege el planeta. (...) Tanto la ciencia como la economía nos dicen que las vías actuales son insostenibles. Los modelos económicos del pasado han perdido fuelle y se les ha agotado el tiempo". Pero, desgraciadamente y a pesar de todo esto, no parece que la voluntad de los gobiernos del mundo -los políticos y los económicos- estén por cambiar la situación, como hemos podido comprobar en la última cita de Copenhague y a pesar de que Durao Barroso antes de la cumbre afirmó que el planeta está al borde del abismo y que la reunión debía ser un éxito porque "si no lo arreglamos, corre el riesgo de convertirse en la carta de suicidio más larga y global de la Historia".

Tampoco los gobiernos de España y Canarias hacen nada por cambiar esta situación. Por eso andan en esa apuesta visceral e irresponsable por combustibles fósiles como el gas y el petróleo con la que están dividiendo a la sociedad canaria. Mientras, nos encontramos a la cola de las renovables. La voluntad que parecen mostrar ahora por apoyarlas y potenciarlas debe ir más allá de una mera oportunidad estratégica.

Desde el sureste de Gran Canaria, desde su Mancomunidad de municipios, venimos defendiendo otro modelo de desarrollo desde hace años para estas islas, opuesto a éste que nos ha llevado a más de un 30% de paro y a la exclusión social de miles de canarios, (acabamos de celebrar el séptimo seminario de comarcas sostenibles para profundizar en ello). Y hasta ahora no hemos recibido sino zancadillas. Defendemos un modelo sostenible serio, no oportunista y meramente utilitarista como algunos lo están haciendo. Defendemos una sostenibilidad que, como expresó Río + 20, sea económicamente viable, socialmente justa y ambientalmente correcta; que frene el deterioro de los recursos, los daños significativos a los sistemas naturales y que persiga la igualdad y la estabilidad social.

El Sureste tiene y defiende un proyecto para avanzar por la sostenibilidad desde lo local, desde la cercanía. Frente al inmovilismo, a la aceptación resignada de los hechos, al miedo al cambio, a que se quiebren los status consolidados. Ante todo esto, proponemos un modelo de gestión diferenciado. Frente a permanecer cruzados de brazos o de quejarnos lastimeramente todo el tiempo, proponemos, desde hace muchos años y no como ahora que parece una moda pasajera, romper la dependencia energética de esta tierra y demandamos políticas de ahorro, de eficiencia y la democratización y la potenciación de las energías renovables; pretendemos que se pare el deterioro del territorio y que se frene el que se propicie la laxitud legislativa que favorezca más camas y más hoteles mientras se van dejando atrás, quemadas, las zonas turísticas de siempre, o que permita la construcción de infraestructuras sin sentido como terceras pistas, macropuertos o plantas de gas; solicitamos un turismo integrado y de calidad; demandamos empleos verdes, alternativos ligados a la innovación, la investigación y el conocimiento; velamos por una movilidad limpia y sostenible; queremos la potenciación del sector primario para romper la dependencia alimentaria del exterior, para recuperar el paisaje y los usos tradicionales; defendemos la equidad y el desarrollo social desde la educación, la formación, la información y la participación ciudadana; urgimos a que cualquier crecimiento se haga tomándose en consideración el agotamiento de los recursos y los daños al medio natural...

Es la hora de tomar decisiones y propiciar el diálogo institucional; el encuentro y el consenso entre los políticos, los empresarios, la comunidad científica, la universidad, los medios de comunicación, los movimientos ciudadanos.., para buscar alternativas a un modelo insostenible que nos lleva a todos los fracasos.

Antonio Morales Méndez

Alcalde de Agüimes

Modificado por última vez en Miércoles, 04 Abril 2012 11:30
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