A situaciones crueles, respuestas medio-crueles, a actitudes repulsivas, métodos medio-repulsivos, y el grado de legitimidad lo marca su justificación o no por parte de la ciudadanía, su eficacia, relacionado todo con el nivel de degradación de la autodenominada democracia parlamentaria. Efectivamente, traspasado el límite de putrefacción aceptable, la desesperación de numerosos sectores sociales pone en marcha su imaginación para procurar reorientar una situación que consideran deplorable. Escrachear a las autoridades no es nada comparado con el recurso de los empresarios al matonismo y al asesinato de dirigentes sindicales, al cobrador del Frac y a la policía cuantas veces estiman que sus beneficios no son suficientes, por eso, aprendida la lección, también los que sufren recurren al acoso, simbólico por ahora, contra quienes dirigen la economía y la política que les arruina, que les roba el dinero de sus bolsillos, que provoca cientos y cientos de intentos de suicidios, muchísimos más que los que han acabado en muertes.
En fin, que ante la perspectiva de taparse con cartones o de temer por el plato de comida de su prole, se buscará en el baúl del repertorio de acción colectiva donde, teórica e históricamente, caben cosas mucho más duras que armar bulla en la casa de la élite dirigente. Las culturas políticas son dinámicas.
Paco Déniz