Sábado, 20 de Abril 2024 

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28 Oct

Unas puntualizaciones llevan rondándome la cabeza y el teclado desde que saliera a la palestra el asunto de los patos de la catedral lagunera. Si uno fuera pato preferiría que me llevaran al campo, o a algún lugar parecido, con agua corriente e insectos, en fin, con todo el pack para llevar una vida confortable de pato. Sin cazadores ni niños que te escupieran. Pero siendo padre en Aguere, desearía que dejaran los patos donde están pues no cabe duda de que es un atractivo para los niños y niñas que siempre se obstinan en embucharlos a colesterol los días festivos. Sinceramente no sé dónde está el problema, pero si es en el nuevo proyecto de diseño de la Plaza, que lo cambien. Sacar a los patos de su ubicación actual conlleva una serie de problemas patrimoniales intangibles pues estos patos son muy ilustres, no nos olvidemos que ya en el curso 79/80 el movimiento estudiantil, cuando lo era, presentó un pato de la catedral a las elecciones de rector y las ganó por un margen de mil y pico de votos frente al candidato humano del momento. Por otro lado, algún estudiante mató el hambre con un ejemplar de estos. Así que un respetito.


Me pregunto, además, por qué molestan los patos, las vacas, las cabras, los cochinos, es decir, todos los animalitos productivos, y nunca molestan los perros con su mierda de perro y sus ladridos de perros y muchos de sus dueños de perros que no hacen otra cosa que joder al vecindario. Deberían sacarlos de la ciudad y llevárselos al campo que es su sitio, y en su lugar pedirle prestado al gerente de la Plaza Santa Ana de Las Palmas un perro de aquellos que siempre están tranquilitos, brillando, que no muerden, ni ladran y siempre están dispuestos para que los niños se hagan una foto a sus lomos.

Pero si de despejar la plaza se trata, lo mejor es que quiten la catedral. La última tendencia en arquitectura urbana recomienda el espacio diáfano y, en ese sentido, el mamotreto catedralicio es un estorbo. Imagínense la plaza sin catedral. Todos ganaríamos, porque en vez de que ese espacio lo utilicen sólo los que van a rezar, lo utilizaríamos todos y saldría infinitamente más barato. En el centro podría ir un quiosco de la música. ¡Qué chachi!

Paco Déniz

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