El ser humano se considera a sí mismo como antiguo recolector y cazador. Lo de recolector hace mucho que dejamos de serlo, ¿por qué no lo de cazador? ¿No será que la caza es una forma de ir a la guerra, tal como dijo el famoso poeta alemán Goethe? Lo cierto es que en la actualidad da la impresión que cada vez más personas notan que esto es así, es decir que se trata del gusto por matar, pues ciertamente la caza tal y como la defienden los cazadores, no controla la población de animales, ésta se ha regulado sola desde tiempos inmemoriales.
Pues bien, si abandonamos definitivamente la edad de piedra y nos comportamos como personas civilizadas, también respecto a los animales, pronto percibiremos que es un anacronismo que haya personas en pleno siglo XXI que practiquen hobbies tan sangrientos y arcaicos como la caza. Y para quienes arguyen que los animales son solo animales, se les podría decir que ya la ciencia ha constatado que al igual que los seres humanos, los animales sienten dolor.
Con toda razón, cuando se contempla la exposición de cadáveres de animales que se realiza en algunos países durante la festividad de san Huberto, en la que se bendicen los animales cazados, muchas personas se preguntan ¿cuándo entrarán los seres humanos en razón y viviremos en la Tierra en paz con los animales? Un buen comienzo para ello sería seguir el ejemplo del citado santo cuya leyenda cuenta que un día de viernes santo, en la cornamenta de un ciervo que se detuvo ante él, el conde Huberto contempló una cruz radiante. En ese momento interpretó que era una advertencia de Cristo para que dejara de cazar, y así lo hizo para el resto de su vida. Sin embargo los cazadores actuales, en vez de seguir el ejemplo de su patrón, incomprensiblemente lo reclaman cada año para bendecir sus sangrientas cacerías así como a las presas abatidas.
Mª José Navarro