Y además de todos los túneles inundados y demás, habrá que ir sumando ahora el mamotreto de Las Teresitas que se sitúa a la salida de dos imponentes barrancos que representan el principal riesgo para ese barrio santacruceros, por mucho que indecentemente -sobre todo por la forma en la que arremetió contra los surferos- el Alcalde se haya empeñado -y conseguido- que se priorizara la solución a la escollera. Negándose, incluso, a cumplir la sentencia judicial que le obliga a quitar ese mamotreto de ahí más que nada porque también se sentencia a sus colegas de Coalición Canaria a sufragar el derribo de esta obra ilegal.
Pero este es el Tenerife que tenemos, espero que no el que queremos la mayoría, donde Carlos Alonso no para de tirarse fotos con el tranvía (la última un aparcamiento de bicicletas que nos salió por un ojo de la cara cuando eso se hace con un tubo de media pulgada) y Javier Abreu se ha empeñado en sembrar un carísimo césped artificial, incluso en las rotondas del tranvía que tiene casi 12 kilometros de césped artificial y que el Cabildo está empeñado en mantener aún a costa de que nos quedemos sin agua para darnos un baño de vez en cuando.
En fin, ya les digo yo que no creo que lo acaecido este 19 de octubre (de forma tempranera este año) vaya a ser suficiente para que la Fiscalía comience de una vez -y de forma sistemática- a revisar lo presupuestado en determinadas obras públicas y lo que realmente se gastó, así como qué fue de los barrancos que un día existieron y que como por arte de birlibirloque han desaparecido con informes favorables, o directamente sin informes, del Consejo Insular de Aguas. O eso o seguir esperando a que tengamos que lamentar males mayores de verdad porque no creo que los fiscales se inmuten lo más mínimo por lo que hemos podido ver este domingo por enésima vez en esta querida tierra nuestra que hemos permitido que se convierta en el cortijo privado de media docena de golfos.
