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05 Ene

CUANDO SAN CRISTÓBAL DE LA LAGUNA PUDO SER LA CAPITAL DEL REINO

La personalidad de Alonso de Nava Grimón y Benítez de Lugo (1757-1832), VI Marqués de Villanueva del Prado, pudo hacer que la Ciudad de Los Adelantados soñara un día con ser la Capital del Reino. Años antes el padre del Marqués, Tomás de Nava Grimón y Porlier, ya había hecho de la sociedad lagunera un referente cultural ante todos los viajeros extranjeros que pasaban por la ciudad, reuniendo a su alrededor al grupo de ilustrados políglotas que ya en esa época asistían a sus reuniones de la Tertulia de Nava en el palacio del mismo nombre.

En estas reuniones se debatía y analizaba el ideario liberal, proscrito por el Santo Oficio, que en estas tierras y quizás por estos aires del Atlántico que respiramos, era más benevolente con la vanguardia que en la Península. Voltaire y Jean – Jacques Rousseau eran moneda de cambio entre intelectuales de la talla de José de Viera y Clavijo, el ingeniero Agustín de Bethencourt y Molina, Cristóbal del Hoyo Solórzano (Marqués de San Andrés y Vizconde del Buen Paso), los hermanos Saviñon y los Estévanez Murphy.

Cuando estalla la Guerra de la Independencia en 1808, las tropas francesas invaden la Península y el pueblo adopta una actitud de rechazo ante los franceses que desencadenó en una confrontación bélica, que aunque desigual en medios y fuerzas, los españoles de uno y otro lado del Atlántico afrontaron con valor.

Ante esta situación Canarias, islas distanciadas de la península en más de 2.000 km y muchos más en los corazones de sus gentes y que por la lentitud del transporte hacía que recibiera las noticias de los acontecimientos políticos con gran retraso, estaba liderada por personajes de la talla de los antes nombrados, y consecuencia de ello adopta una posición de rechazo ante el invasor que constituye una muestra de lealtad a la Corona no conocida en la mayor parte de los militares y autoridades civiles y eclesiásticas españolas que se pliegan ante un Rey impuesto, José Bonaparte, dando ejemplo los canarios de fidelidad y nobleza a un Rey, Fernando VII, que quizás no lo mereciera.

Mientras tanto el Comandante General de Canarias, Casa-Cagigal, afrancesado él, indeciso y vacilante y aferrado a la excusa de esperar instrucciones de Madrid, se ve obligado por su segundo, el Coronel O'Donnell y los liberales laguneros para convocar el Cabildo de Tenerife que da paso a la constitución de la Junta Suprema de Canarias, presidida por el Marqués de Villanueva del Prado. Todos los Cabildos, menos el de Gran Canaria que decide constituirse por su cuenta en Cabildo Permanente, se someten a la autoridad de la misma.

En la península, con la llegada de Napoleón en noviembre de 1808 y la capitulación de Madrid, la Junta Suprema Central Gubernativa de España e Indias se ve obligada a huir primero a Extremadura, después a Sevilla y por último a la Isla de León, actual San Fernando, en Cádiz. Cuando en 1810 comienza el asedio de la ciudad gaditana atacada por más de sesenta mil soldados franceses bajo el mando del Mariscal Claude Victor, los dos mil soldados españoles encargados de la defensa de la ciudad plantan cara al invasor durante casi treinta meses y es en ese momento cuando ante el temor que la ciudad caiga en manos del invasor en el que se plantea la posibilidad de trasladar la Junta Suprema Central a la ciudad de San Cristóbal de La Laguna.

Esta ciudad de La Laguna que casi fue Capital del Reino es la que Miguel de Unamuno describió cien años después en 1909 cuando estuvo viviendo en Canarias de la siguiente manera: "... calles espaciadas y rectas, aquel despejo, aquel aire de rigodón monástico, algo ceremonioso, todo aquello en que se adivina una creación señorial del siglo XVIII, la diferencia de las rudas, viejas ciudades castellanas ... La Laguna está vestida de casaca o de hábitos de frayles si queréis ...Tertulia en los conventos y en las Casas Señoriales, chocolate a media tarde, monjas reposteras, eternas conversaciones sobre el último caso en el que el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición entendiera y de noche tal o cual aventura galante ..."

Es por eso que los canarios tenemos que estar orgullosos de serlo, de nuestros orígenes, de nuestra raza, de nuestra tierra y de nuestro espíritu valiente. Quizás algún día seamos la Capital del Reino. Quizás.

Alfonso J. López Torres

Secretario Federal CCN

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