Sábado, 20 de Abril 2024 

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07 Sep

Una historia dedicada a la gente que piensa que no es momento de ayudar a ningún extranjero, refugiado o no-.
Las cosas estaban mal, entonces los españoles decidieron que tenían que preocuparse por lo nuestro antes que por nadie de fuera, ya fueran refugiados de la guerra o africanos huyendo de la miseria y el hambre. Y así se hizo, se levantaron fronteras, se construyeron murallas, se plantaron vigilancias y se decretaron leyes nuevas muy restrictivas para con los de fuera.

Pasó el tiempo y las cosas no mejoraron, entonces los canarios decidieron que tenían que preocuparse por los canarios antes que por nadie de fuera, se impusieron normas nuevas con nuevas restricciones y prohibiciones. Pasó el tiempo y las cosas no mejoraron, entonces los tinerfeños decidieron que tenían que preocuparse antes por los de aquí que por los de Gran Canaria, de Fuerteventura o de La Palma, después de todo, Tenerife era una isla rica que bien podría sustentarse sola. Pasó el tiempo y las cosas no mejoraron, entonces los de La Laguna decidieron que mejor preocuparse por la gente de La Laguna antes que por gente de otros municipios. Y así se hizo, pero las cosas tampoco mejoraron. Entonces algunos vecinos de Taco decidieron que mejor organizarse entre ellos para procurarse lo más básico, y que el resto de barrios del municipio se las arreglaran como pudieran. Y así se hizo, pero las cosas no mejoraron, y el pillaje y la barbarie comenzó a instalarse entre la población sin respetar normas o acuerdos previos. Entonces decidieron que mejor preocuparse por los de la familia y que los demás se las arreglaran como pudieran. Y así lo hicieron, pero las cosas ya estaban demasiado mal como para mejorar. Y así, llegó un momento en que tampoco había suficiente para toda la familia, y apenas si había un poco de pan y agua y algunas conservas y galletas con fecha de consumo preferente ya pasado. Entonces, el hijo, hambriento, acostumbrado a ver como su padre y su madre habían ido abandonando a unos y a otros en pos de lo suyo sin mirar por nadie más, decidió que no quería compartir con nadie más lo poco que había, empujó a su madre, golpeó al padre ya viejo, les quitó la poca comida que tenían y los echó de la casa.
No sé qué le pasó después al hijo, tampoco importa mucho, y acaba así esta historia corta y, quizá absurda, que sin embargo me viene una y otra vez últimamente, no sé por qué.

Eloy Cuadra

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