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14 Jul

Adiós a La Despensa, a vueltas con la dignidad

Adiós, a La Despensa le digo, algo que bien me habría gustado no tener que pronunciar, pues la labor que se ha hecho en La Despensa en estos meses, al menos de la que yo puedo dar fe, ha sido sin duda muy buena. Imagino que lo saben: La Despensa es una asociación que reparte comida a familias necesitadas de toda la isla, un colectivo al que yo y otros compañeros de la Plataforma por la Dignidad de las Personas sin Hogar hemos estado muy ligados en los últimos meses, especialmente desde que fallecieran los fundadores, el padre y la madre del actual presidente.

Por desgracia, hubo diferencias de criterio en algunos importantes aspectos de la organización, unas diferencias que a la postre han resultado insalvables.

La asociación La Despensa prosigue pues con su actividad, ahora ya sin mi colaboración. Pero, ya que estamos, una vez que he anunciado lo que pretendía, voy a aprovechar para seguir hablando un poco del tema que nos ocupa: la precariedad y el acceso a la comida. Porque, es urgente insistir en la necesidad de dignificar el acceso a la comida de las familias más desfavorecidas, unas familias que cada día son más en Canarias y que cada día han de arrastrarse también más para conseguir comida. Porque teniendo como tenemos los índices de paro y de pobreza más altos del país con diferencia, con la cesta de la compra más cara y la Prestación Canaria de Inserción como única ayuda autonómica convertida en un verdadero engaño masivo, es inadmisible que Ayuntamientos, Cabildos y Gobierno Autónomo miren para otro lado ante este drama. La pobreza es real y va camino de ser mayoritaria en las Islas, tan real como que ayer mismo me llamó un señor de un pueblo del sur contándome que vive entre su coche y una cueva con su mujer y sus dos hijos menores; cuando le pregunté qué le hacía falta, me dijo que por las noches pasaban frío aunque podían aguantarlo, pero necesitan urgente comida para sus hijos. ¿Acaso no se les parte a ustedes el alma al saber de esto?

Es insoportable, no es admisible, al menos yo, no puedo callarlo. Como tampoco puedo dejar de denunciar que en una ciudad que se dice señorial y noble como La Laguna familias precarias tengan que levantarse a las cinco de la mañana para hacer cola a la puerta de la Unidad de Trabajo Social –¿cómo lo harán las madres separadas con niños pequeños?-, para que le den un número para dentro de 3 meses, para que luego le pidan mil papeles que tardarán otro mes en traer, para acabar entregándole una triste ayuda de alimentos con mucha suerte cuando esas familias no tienen ni para comer hoy. Igual o peor que lo que ocurre en el Ayuntamiento de Santa Cruz, donde emplean hasta medio año para gestionar una compra de 90 y tantos euros en el Corte Inglés. La misma ciudad donde no es complicado encontrarse en pleno día a una señora descolgándose a un cubo de basura subterráneo de la calle de El Pilar a rebuscar la carne putrefacta que tiran del supermercado, lo cuento porque yo lo vi y hablé con ella. Por no hablar de la ciudadela del Pancho Camurria o las cuevas de Ifara, verdaderos arrabales marginales cada día más poblados que nada tienen que envidiar a las favelas de Brasil.

Es esta una realidad que no quieren ver nuestros políticos, así, no es de extrañar que hayan promulgado en Santa Cruz un reglamento de reparto de comida con más normas que las que tiene que cumplir el Mercadona –imposibles para cualquier asociación- y nada digan en el reglamento de cómo ha de tratarse a las familias. Y luego pasa lo que pasa y me entero que en una famosa ONG de ámbito nacional obligan a la gente a tragarse una charlita de dos horas sobre autoestima y firmar de paso como que han hecho un curso –que seguro alguien cobrará-, aguantando calor y vergüenza junto a otras 30 o 40 familias más para poder recibir dos bolsitas de comida empaquetada. Humillación que no le va a la zaga con lo que han de soportar las familias que acuden a otra ONG religiosa de La Laguna, donde además del cursito tendrán también que vender rifas y realizar otros tantos trabajos "voluntarios" para su congregación si quieren llevarse la bolsita. ¡¿Pero qué clase de asquerosa solidaridad es esta?! Por no hablar de cómo se vende comida que debía ser donada guardando la que está en peor estado para la gente necesitada. Y qué decir del famoso Banco de Alimentos: se llevan toda la pasta pública por almacenar la comida que viene de Europa y dispensarla a las asociaciones que entran por el aro. Se olvidan nuestras instituciones que lo difícil no es almacenar comida, la labor más importante es la que se hace con las personas afectadas, familias muy tocadas anímicamente que han de soportar que le tiren la comida poco menos que a la cara. ¿Qué pasa con la dignidad? ¿Qué hay de la Ley de Protección de Datos? ¿Y qué decir de las carencias alimenticias? Galletas, leche, chocolates, garbanzos, pasta, está muy bien pero... ¿dónde está la chicha? Sin verdura, sin carne, sin pescado, no hay potajes, y que yo sepa ni el Banco de Alimentos ni el resto de asociaciones reparten alimentos frescos, no hablemos ya de carne o pescado.

La solución no pasa a mi modo de ver por dar más dinero ni medios a las ONG –algo que también valdría si se hicieran las cosas bien-, la solución pasa por que nuestras instituciones asuman que la pobreza de los canarios es el principal problema que nos acecha hoy. Asumida esta realidad, nuestras Administraciones Públicas deben recuperar la gestión de este problema siempre delegado a la beneficencia como un asunto menor y pasar a asumirlo mayoritariamente poniendo en ello todos los medios. Cuando digo todos los medios me refiero a más personal en los Ayuntamientos y mejor preparados, hablo de que ninguna familia se quede sin casa ni suministros básicos, que los niños no pasen hambre, que se abran comedores ciudadanos "por derecho" –no "por caridad"- y que se establezca un renta básica de ciudadanía como ya hay en otras CCAA que sustituya a la gran mentira de la PCI. ¿Qué?, ¿creen que no es posible? La respuesta en un próximo artículo. Si acaso, si quieren investigar, cuenten los políticos y altos cargos que tenemos en Canarias y compárenlos con los que hay en otras CCAA, se sorprenderán de la diferencia. Se nos va todo el vino en catas y aquí nadie dice nada. Bueno, si tengo tiempo ya lo diré yo en unos días.

Eloy Cuadra Pedrini

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