Efectivamente, en Canarias nada ha cambiado en 600 años sino en apariencia, pues, el pueblo nativo permanece siendo siervo de la gleba que pertenece y obedece al amo que en el momento administra la colonia, por mucho que algunos de los siervos se atavíen con ropas de marca, tengan un 4x4; aunque hayan grandes superficies, muelles deportivos, campos de golf, hoteles de lujo... o, por el contrario, estén en la más extrema situación de segregación, degradación y hambre, ya que el pauperismo no sólo es físico sino moral e intelectual: el pueblo canario es un pueblo colonizado, sometido, obligado a vivir de mendicante y entre más dinero genera la colonia más pobreza hay entre los canarios.
Es evidente que la forma más certera de domeñar a los pueblos es erosionándolos en la psique y el entendimiento, pilares fundamentales de la comprensión que les proporciona la identidad y la distintidad, base espiritual y de la autoestima que si se aliena somete al individuo o a su colectivo. Es obvio que un pueblo capacitado es indoblegable y difícil de distorsionarle la realidad, motivo por el que han comprobado más eficaz para la subyugación el sometimiento sutil y la fobia psíquica que la fuerza física y cruenta.
Si analizamos sociológicamente la pirámide jerárquica, los ecologetas, las "OSG" y los sindicatos, por su cercanía o contacto con los siervos son las correas de transmisión más efectivas para facilitar el movimiento depredador del Sistema, donde en un peldaño más arriba se encuentra la clase política que se legítima tras un sufragio universal –única participación del pueblo cada 4 o 5 años, en el paripé llamado democracia–, cuyos electos oficinistas trabajarán al servicio de las transnacionales, bancos, FMI, BM y otros grupos de presión, que son los que marcan y dirigen las políticas a los Estados despojando a estos de sus soberanías. Los políticos que nos gobiernan –empleados de los poderes fácticos mencionados–, lógicamente no están administrando la sociedad para el reparto justo de los bienes entre la población ni para velar por las empresas creadas con el dinero del pueblo. No, son una casta de profesionales y tecnócratas que no les importa nuestra nación, nuestra cultura, nuestro engrandecimiento como pueblo, sino el enriquecimiento desmedido en contraprestación por su utilidad al sistema, donde el hijo del canario pobre muere o lo matan con artería si han de poner en la balanza los intereses espurios de su clan en contrapeso al del pueblo llano.
Quien llega a ocupar cargos políticos y mantenerse en él no puede ser buena persona, pues entrar a formar parte de esa mafia te convierte en un asesino más. El dinero pudre, pero pudre los sentimientos y hasta la humanidad, y quien tiene avidez de él no valora a sus semejantes como iguales sino como mercancía, deshecho o enemigos a combatir. Una mujer u hombre honrado no puede entrar en política –y menos aún en una colonia– pues si fuera a practicar la honradez le rodarían la silla, le buscarían un delito inexistente o, sencillamente, le matarían... ¿Dónde coño creen que estamos?
Isidro Santana León