Pero podríamos preguntarnos si cuando nos encontrábamos bien nos acordamos en alguna ocasión de dar las gracias a nuestro cuerpo, por ejemplo a los cinco sentidos. Dar las gracias a los cinco sentidos es comunicación, es preparación, de forma que la elevada vida pueda fluir por ellos. ¿Hemos pensado alguna vez en dar las gracias a nuestro corazón, que late día y noche durante 20, 40 ó 70 años y que bombea la sangre por cada vena y cada órgano? ¿Hemos dado las gracias a nuestro órgano digestivo que acoge los alimentos tanto si se lo damos fríos o calientes? ¿Hemos dado las gracias al hígado que es purificador y prepara al cuerpo para que todo funcione de maravilla y trascurra en armonía? ¿Hemos dado alguna vez las gracias a nuestros pies y piernas que nos sostienen a lo largo de toda nuestra existencia terrenal? ¿A nuestras manos y nuestros brazos, que en unión a los cinco sentidos nos han estado ayudando a ganar nuestro sustento? Y así podríamos continuar refiriéndonos uno tras otro a cada órgano, a cada hueso, a cada tendón.
Cada componente del cuerpo está enlazado con la gran obra de la vida y nos ayuda a que nos vaya más o menos bien. Las personas deberíamos, mediante agradecimiento y pensamientos positivos, preparar al cuerpo de forma que la fuerza eternamente sanadora del amor pueda traspasarnos por completo, pues somos nosotros mismos quienes con el desamor para con nuestro prójimo bloqueamos las fuerzas del amor de Dios, que son las verdaderas fuerzas de la salud. Lo que significa que si actuamos contra la ley del amor nos castigamos a nosotros mismos, es decir castigamos a nuestro cuerpo con una indisposición, con dolores, sufrimientos e incluso enfermedades.
Ana Sáez Ramirez