Los rusos realizaron menos experimentos nucleares en la atmósfera que los americanos, pero en cambio cuentan con otro récord mundial que consistió en explotar la mayor bomba de todos los tiempos, la llamada «Bomba del Zar», una bomba con 58.000 kilotoneladas de fuerza explosiva de dinamita –tal vez esto no nos diga mucho–, pero por ejemplo la bomba de Hiroshima sólo tenía 12 kilotoneladas. La Bomba del Zar explotó en la atmósfera y su onda expansiva recorrió toda la Tierra hasta llegar a las Antípodas. La potencia explosiva fue 30 veces superior a todas las bombas juntas lanzadas en la Segunda Guerra Mundial, algo prácticamente inimaginable.
Sin embargo en todos los tiempos en los que la humanidad se estaba destruyendo a sí misma, o cuando se había alejado mucho de una ética y de una moral elevada, se manifestó el Espíritu de Dios. También en la actualidad tenemos manifestaciones del Espíritu de Dios dadas a través de Su profeta Gabriele, quien además ha escrito muchos libros. En uno de ellos se dieron declaraciones sobre la radioactividad, se titula «Origen y formación de las enfermedades», y en él se advierte sobre los efectos de la radioactividad, también que en un futuro muchas enfermedades surgirán debido a la radioactividad incrementada, es decir que el tema de la radioactividad realmente juega un papel importante en el bienestar y en la salud de las personas. Sin embargo a pesar de las advertencias del mundo divino los experimentos nucleares siguieron realizándose, con lo que la energía nuclear sigue jugando un papel importante en el presente.
Actualmente hay un enorme potencial armamentístico nuclear. Han pasado 20 años desde la Guerra fría, pero a través de The Nuclear-Information-projekt (Proyecto de información nuclear), se sabe que en todo el mundo hay 10.300 armas nucleares listas para el combate y 20.000 bombas nucleares almacenadas, es decir un arsenal enorme con el que podríamos destruir varios planetas. ¿No significa esto que vivimos una paz ficticia poco convincente?
Ana Sáez Ramirez