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27 Ene

El Roque de los Dos Hermanos (Punta del Hidalgo, La Laguna). Una puerta del cielo

"Todo espacio sagrado implica una hierofanía, una irrupción de lo sagrado que tiene por efecto destacar un territorio del medio cósmico circundante y el de hacerlo cualitativamente diferente" (Mircea Eliade).

En 2016, Eduardo Pérez Cáceres y Ana B. García Sánchez, dan a conocer las cazoletas de mar de La Punta del Hidalgo (Revista Iruene nº 8, pp. 109), pero será en 2019 cuando se publica (revista Iruene nº 11, pp. 78-93) el primer trabajo de interpretación que recoge el carácter sagrado que el Roque de Los Dos Hermanos tuvo para la población indígena. Por un lado, se abordan las evidencias arqueológicas presentes en el entorno del Roque y por otro, algunos de los emplazamientos de cazoletas de mar que se localizaron en la costa este de La Punta. Desde todos estos espacios arqueológicos se encontraron poderosos vínculos con la montaña y los fenómenos celestes, especialmente en los momentos claves del ciclo solar: solsticios y equinoccios. Además, se apuntan una serie de hipótesis sobre los rituales que pudieron desarrollarse en ellos, apoyándose en las fuentes escritas, la etnografía y el marco que nos aporta la fenomenología y la historia de las religiones.

La Punta del Hidalgo forma parte del Macizo de Anaga, siendo la más saliente de la isla de Tenerife. Abarca una amplia plataforma costera cerrada por el Roque de Los Dos Hermanos. Desde aquí se divisa una extraordinaria vista panorámica identificada por una abrupta orografía, de elevados y puntiagudos picos que fueron las referencias afianzadas por los guanches cuando necesitaron establecer contacto directo con sus divinidades.

Esta plataforma marina constituye un escenario donde encontramos más de una docena de estaciones rupestre, denominadas cazoletas de mar, talladas sobre el duro basalto, pudiéndose diferenciar dos sectores bien definidos por la acentuada presencia del número de cazoletas: I. Puntilla Las Furnias-El Charcón, con unas 180 y II. Punta del Güigo-La Laja, con unas 230. Nos movemos en unas cifras totales que superan las 400 cazoletas de diferentes tamaños: grandes, medias y pequeñas.

A partir de este momento centraremos nuestra atención en aquellas estaciones rupestres que tienen como referencia el Roque de Los Dos Hermanos; son tres espacios diferenciados vinculados a esta referencia orográfica: La Fajana, la Punta del Güigo y la Punta del Trujillo. Esa triple conexión fue ritualizada en sintonía con la observación de fenómenos astronómicos relevantes como son las posiciones extremas del sol (solsticios), intermedias (equinoccios) y la parada menor Norte de la luna llena de invierno (lunasticio).

En la misma base del Roque se emplaza La Fajana, una ladera que ha sido modificada con bancales y muros de piedra que forman parte de una antigua finca abandonada; sin embargo, perviven cuatro conjuntos de canales y cazoletas sobre sendas rocas destacadas en el terreno.

La primera piedra, localizada a unos 40 m s n m, es la más alejada del Roque. En la cara superior encontramos un devastado de la roca en dos niveles, adquiriendo el mayor más de 1 m de desarrollo. Llama la atención una cazoleta de 13 x 8 cm y un pequeño canal de desagüe de 12 cm excavado en la verticalidad del soporte pétreo.

A unos cinco metros de distancia, localizamos una pequeña piedra que contiene una cazoleta de apariencia triangular y de grandes dimensiones (51 x 45 cm). Igualmente, presenta un canal de drenaje de 8 cm de ancho. Desconocemos la profundidad de la cazoleta al estar colmatada de tierra.

A tan solo 25 m de distancia se encuentra la tercera roca con seis cazoletas en la arista superior. Una de las cazoletas contiene dos canales de desagüe. Asimismo, presenciamos un canal que recorre el borde superior y un ramal con giro en dirección al mar. Por otro lado, observamos la presencia de otro canal, de 115 cm, que desciende hacia otra cazoleta.

La cara del poniente también adquiere protagonismo con la presencia de un canal de 67 cm que se precipita y termina en dos pequeñas cúpulas (agujero vertical). En la cara norte de la roca vuelven a manifestarse dos canales de 2,50 y de 1,86 m de desarrollo y una anchura de surco máxima que llega a los 10 cm. Bajo la piedra hay una cueva de unos 5 m2 con residuos de basura reciente, clavos y restos de una lona para su cerramiento. Podríamos pensar que pudiera haber jugado algún papel importante en los rituales que allí se desarrollaron.

La última roca grabada es la más cercana al Roque de Los Dos Hermanos; se trata de una piedra de toba volcánica de 2,88 m de largo y 1,80 m de ancho y de altura. Contiene un total de unas doce cazoletas, la más grande de 15 cm de diámetro y las más pequeñas de 6 cm. De las insculturas superiores parten diferentes canales con ramales que van confluyendo en otras cazoletas.

Los canales y las cazoletas representan la manifestación más palpable de un dispositivo nacido de una necesidad como parte de un concepto de comunión, convivencia o reciprocidad entre los seres humanos y las deidades. El ritual consiste en depositar simbólicamente algunos alimentos (carne, lapas, burgados...) en las cazoletas y derramar líquidos (leche, agua...), acompañados de rezos, plegarias y otros gestos que no podemos conocer.

Debemos prestar mucha atención a la visión del paisaje y a las ideas sobre la que reposan sus principios espirituales o religiosos para encontrar respuestas. Entonces ¿cómo interpretamos estas ubicaciones? No son producto del azar, más bien obedecen a una norma ancestral de orden, lo que les conduce a construir el espacio, tanto el percibido como el imaginado, desde su pensamiento simbólico y cósmico. En cierto modo, la geografía condiciona su ideología y la manera de entender el mundo que los rodea. Por ello, nos encontramos en un territorio entendido como lugar de proyección y de significado.

Con esta base, solo tenemos que situarnos en las tres primeras piedras cuando llega el solsticio de verano para observar la primera aparición de la luz solar por detrás de la cima norte del Roque de Los Dos Hermanos. A su vez, la luna llena del lunasticio de invierno extrema menor Norte consigue su atención en el momento en que despunta por la abertura del Roque, hecho que sucede cada 18 años, correspondiente a una de las fases del ciclo lunar.

La última estación de canales y cazoletas está dispuesta intencionadamente en un lugar desde donde se puede experimentar la salida del sol por la destacada Peña del Rayo, cercana al roque sur de los Dos Hermanos, determinando el preciso instante intermedio del ciclo solar (los equinoccios indígena).

A continuación nos trasladamos a la misma orilla del mar, concretamente a la Punta del Trujillo, distante más de siete kilómetros del Roque de Los Dos Hermanos. Sobre una plataforma marina bastante llana con abundantes charcos se tallaron unas 220 cazoletas. Este detalle cuantitativo nos conduce a una intencionalidad sagrada relevante como es la aparición de la misma luna llena de invierno menor Norte por detrás del Roque de Los Dos Hermanos.

En este caso la distancia (más de 7 km) no es ningún inconveniente para demostrar que el cosmos, a través de los astros, tiene una gran capacidad para significar dentro de una ley de correspondencia entre humanos y divinidades.

El último lugar que también buscó religarse con el Roque de Los Dos Hermanos se localiza en la plataforma marina de El Güigo. Se trata de un sitio muy especial para el imaginario espiritual indígena, un espacio amplio donde los guanches elaboraron unas 200 cazoletas distribuidas en tres grupos separados por brazos de mar.

Lo más sagrado se nos manifiesta cuando convergen los tres planos cósmicos (cazoletas, sol del invierno y puerta del Roque), instante en que el sol, en su recorrido vital, llega a su final durante el solsticio de invierno (simbolismo de la muerte) y renace por la muesca o puerta, abierta hacia lo alto para comunicar con el cielo, que separa Los Dos Hermanos.

Otro ingrediente a tener en cuenta es el mar, venerado como divinidad maternal, cuyas propiedades tenían la capacidad de sanar, limpiar, purificar, donde se encuentra el equilibrio y el mismo germen del origen de la vida. La reciprocidad crea un espejo entre los humanos y los dioses o espíritus que también se refleja en el cielo.

También contamos con la presencia de la ermita de San Juan. A pesar de que la construcción sea nueva, el lugar parece estar vinculado a una costumbre mucho más antigua. Así, por San Juan existía la tradición de vaciar charcos para pescar y recolectar marisco. Por otro lado, en el denominado Charco de Las Ovejas, al lado del Güigo, antiguamente se bajaban los rebaños a mojarlos a la mar, tradición probablemente de origen guanche de un ritual vinculado a los solsticios.

Estos espacios rituales creados por los guanches fueron modelados para construir la realidad. De este modo, se asegura la comunicación directa entre cielo y tierra a través de la puerta cósmica de Los Dos Hermanos. (José dale un remate un poquito más amplio a este final, que sea contundente)

José Farrujia de La Rosa
Eduardo Pérez Cáceres
Miguel A. Martín González

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