Según señala el Consejo, "las temperaturas superiores a los 30 grados centígrados provocan una mala fecundación de la uva y su parada vegetativa en la vida, es decir que cesa de crecer, lo que a efectos prácticos se traduce en una pérdida de productividad de las parras". A esta circunstancia negativa se suman la baja humedad relativa del aire y los vientos cálidos.
"El cúmulo de estas nefastas circunstancias ha provocado además que todo racimo que estuviera tocando el suelo ha perdido sus frutos y que toda aquella parra que estuviera azufrada en estos días, al encontrarnos en plena época de tratamiento fitosanitario en la viña, se haya visto doblemente afectada negativamente", dice el Consejo.