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17 Abr

El equinoccio: qué es y por qué queremos saberlo

Canarias/ Para los que nos encontramos en el hemisferio norte, sabemos que en breve llegará el buen tiempo y que los días cada vez se harán más largos y las noches más cortas. Este comienzo viene anunciado por el equinoccio de primavera, el 20 de marzo. Pero, ¿qué es exactamente el equinoccio? ¿Y qué interés tiene saberlo?

Si nos fijamos en la salida del Sol a lo largo del año, veremos que cada día parte de un punto diferente del horizonte. A lo largo de la primavera y el verano, ese punto se desplaza hacia el norte hasta que parece detenerse el día del solsticio de verano. Es en esos días cuando podemos disfrutar de la mayor cantidad de horas de luz. Después, el Sol continúa su marcha en el horizonte hacia el sur, dando paso al otoño y al invierno, con sus noches cada vez más largas. De forma análoga, en ese momento llega el solsticio de invierno, cuando el astro parece detenerse y se reanuda el ciclo anual. Esta trayectoria, que sigue el Sol en un movimiento aparente alrededor de la Tierra, es la que los astrónomos conocen como eclíptica. Aunque, en realidad, se trata de la proyección en la bóveda celeste del plano de la órbita de la Tierra alrededor del Sol.

Ahora imaginemos un plano que contenga el ecuador terrestre y sea, por tanto, perpendicular al eje de rotación de la Tierra. Este será el plano ecuatorial. La eclíptica está inclinada con respecto al plano ecuatorial y es precisamente esta inclinación la que da lugar a las estaciones. Cuando el Sol cruza el plano ecuatorial en su trayectoria por la eclíptica, tienen lugar los equinoccios. Esta intersección ocurre dos veces al año, en primavera y otoño. En estos días, el Sol saldrá exactamente por el Este y tendrá su ocaso en el Oeste (en un horizonte ideal, plano), y la duración del día será aproximadamente igual a la de la noche. Pero para explicar el concepto moderno de equinoccio hacen falta nociones de astronomía esférica, que no se desarrollaron hasta época griega. Por ello, hay que considerar otras posibles interpretaciones como, por ejemplo, el punto geográfico intermedio en el horizonte entre los dos solsticios (en un horizonte abrupto) o el día intermedio entre ambos en escala temporal, al que se suele denominar día medio. Todas estas definiciones no suelen dar como resultado, exactamente, el mismo día del año, así que tenemos que ser cautelosos.

Figura 2: Movimiento aparente del Sol alrededor de la Tierra.
Figura 2: Movimiento aparente del Sol alrededor de la Tierra.
El equinoccio en nuestra cultura

Al acercarnos a estas fechas, nos encontramos con publicaciones sobre la importancia del equinoccio para determinadas civilizaciones antiguas, o incluso sobre la orientación equinoccial de ciertos monumentos. Es posible que la mayoría de las civilizaciones escrutaran el cielo y usaran esas observaciones para estructurar el universo que les rodeaba. Pero se les otorga una interpretación que parte de la perspectiva moderna y, por ende, difiere de la de la propia cultura, que difícilmente podría tener el conocimiento y concepto de equinoccio astronómico actual. Sin embargo, no podemos negar que el cielo ha jugado un papel relevante en la sociedad, presente y pasada. Y no hace falta irse a Chichén Itzá (donde el supuesto fenómeno equinoccial está sujeto a debate) o a Stonehenge, en España podemos encontrar varios ejemplos que manifiestan la importancia del cielo, ya sea en la construcción de monumentos o en la elaboración del calendario festivo.

En el Conjunto Arqueológico de los Dólmenes de Antequera, recientemente declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO, se encuentra el dolmen de Viera, un monumento megalítico cuya cámara queda iluminada con la luz del amanecer en los equinoccios. No obstante, debido a la anchura de la cámara y el corredor de acceso, este alineamiento no es tan preciso como puede parecer y habría que considerar el día medio entre los solsticios e incluso los días previos y posteriores a los equinoccios astronómicos. En el levante español, varios santuarios pertenecientes a la cultura ibérica presentan alineaciones o marcadores "equinocciales". Por ejemplo, en El Amarejo (Albacete) se puede ver un espectáculo de lo más llamativo: al amanecer, en los días alrededor del equinoccio de primavera, el disco solar parece escalar Montaña Chinar. Por otro lado, por toda la Península Ibérica hay un gran número de iglesias cristianas orientadas con el ábside mirando hacia la salida del sol el día del equinoccio vernal canónico, el 25 de marzo, que además está asociado a la fiesta de la Anunciación. La elección de este día viene a raíz de la asimilación de algunas de las tradiciones de la cultura pagana, romana fundamentalmente, en la expansión del cristianismo. Lo curioso es que durante siglos, la posición del orto solar en esa fecha varió sobre el horizonte debido a la duración demasiado larga del año juliano (establecido por Julio César). Además, ¿cómo es que cada año la Semana Santa, la Cuaresma y, por tanto, los Carnavales caen en una fecha distinta? Pues bien, porque la Pascua, que marca el final de la Semana Santa, se calcula como el primer domingo después de la primera luna llena tras el equinoccio de primavera que no sea domingo a su vez. ¡Y esto es ajeno al -hasta cierto punto- calendario civil! Por ello el Papa Gregorio XIII tuvo que reformar el calendario. Pero de eso hablaremos otro día.

De modo que, cuando hablemos del equinoccio, hagámoslo con cuidado, teniendo en cuenta que hay varias definiciones posibles además de la astronómica. Asimismo, sabremos que no es sólo un marcador del cambio de estación, ni ajeno a nuestra tierra y tradiciones. Nuestro patrimonio y festividades también dan cuenta de la importancia de la observación del cielo, tanto en épocas pasadas como presentes.

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