Las complicaciones para conciliar el sueño son mucho mayores en épocas de calor debido a las dificultades del organismo para regular la temperatura corporal ideal durante las horas nocturnas: 37 grados, para lo que la temperatura externa debe situarse entre los 20 y los 22 grados.
Para evitarlo es importante la correcta ventilación del dormitorio. La luz y el ruido son potentes perturbadores del sueño, pero para generar algo de corriente en la habitación e impedir el 'efecto sauna' durante la noche no queda más alternativa que dejar las ventanas y la puerta abiertas. En estas condiciones puede ser útil el uso de tapones para los oídos, y antifaces.
Para generar frescor se pueden colocar toallas húmedas al lado de la cama, e incluso humedecer ligeramente las sábanas antes de acostarnos. Uno de los métodos más eficaces para mejorar la sensación térmica es emplear ventiladores nebulizadores o de agua, ya que la evaporación de esta genera frescor en la habitación. Los aparatos electrónicos dentro del dormitorio, desde ordenadores y tabletas hasta televisores o altavoces, producen calor, más aún si se dejan cargando durante la noche, pudiendo llegar a aumentar hasta casi dos grados la temperatura ambiente.
El consumo de líquidos es otra de las pautas básicas durante épocas de calor, por lo que es conveniente ingerir una media de 1,5 litros al día, y sin necesidad de tener sed. Esta ingesta nos permite descender la temperatura corporal.
Al mismo tiempo, las cenas deben ser lo menos copiosas posibles, evitando las grasas, los platos con demasiadas especies y el alcohol. En su lugar podemos primar las ensaladas o las sopas frías, y beber agua. Asimismo, hay que evitar acostarse hasta pasadas unas dos horas después de cenar.