Jueves, 28 de Marzo 2024 

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17 Mar

"Ya en épocas remotas –existen en este sentido textos del siglo VI antes de Jesucristo- se afirmaba como verdad indiscutible, que la estirpe determina al hombre, tanto en lo físico como en lo psíquico. Y estos conocimientos que el hombre tenía intuitivamente –era un hecho objetivo que los hijos de "buena estirpe", superaban a los demás- han sido confirmados más adelante por la ciencia: desde que Mendel formulara sus famosas "Leyes" nadie pone ya en tela de juicio que el hombre es esencialmente desigual, no sólo desde el momento del nacimiento sino desde el propio de la fecundación.

Cuando en la fecundación se funde el espermatozoide masculino y el óvulo femenino, cada uno de ellos aporta al huevo fecundado –punto de arranque de un nuevo ser humano- sus veinticuatro cromosomas que posteriormente, cuando se producen las biparticiones celulares, se dividen en forma matemática de suerte que las células hijas reciben exactamente los mismos cromosomas que tenía la madre: por cada par de cromosomas contenido en las células del cuerpo, uno solo pasará a la célula generatriz, el paterno o el materno, de ahí el mayor o menor parecido del hijo al padre o a la madre. El hombre, después, en cierta manera nace predestinado para lo que habrá de ser. La desigualdad natural del hombre viene escrita en el código genético, en donde se halla la raíz de todas las desigualdades humanas: en él se nos han transmitido todas nuestras condiciones, desde las físicas: salud, color de los ojos, pelo, corpulencia...hasta las llamadas psíquicas, como la inteligencia, predisposición para el arte, el estudio o los negocios. Y buena prueba de esa desigualdad originaria es que salvo el supuesto excepcional de los gemelos univitelinos, nunca ha habido dos personas iguales, ni siquiera dos seres que tuviesen la misma figura o la misma voz. "

Cualquiera con un mínimo de actividad intelectual e inquietud cultural que lea esta barbaridad, creería que es un extracto del "Mein Kampf", de Adolf Hitler o al "El mito del siglo XX", de Alfred Rosenberg, ideólogo de la doctrina nazi. Pues no podría estar más errado. Este compendio de delirios eugenésicos es un fragmento de un artículo escrito en 1.983 por Don Mariano Rajoy, actual presidente de nuestro país.
Cualquiera que me conozca o haya seguido de cerca mis escritos, sabe que lejos de mi ánimo está el ser ofensivo, pero resulta curioso que alguien con las dificultades de dicción y vocalización que tiene este señor, hable de buena estirpe y de como mejorar los ejemplares de la descendencia, aunque es altamente revelador en tanto en cuanto muestra su peculiar visión de lo que ha de ser una sociedad, una pirámide cuya cúspide está formada por las élites "de buena estirpe" -dentro de la cual, obviamente, él se incluye- y el resto, con los distintos estratos sociales formando un sistema de castas al más puro estilo hindú.
Habrá quien diga -incluso puede que él mismo- que eso son cosas del pasado, que fue un arrebato de frenesí literario juvenil, pero cuando alguien se toma tanta molestia y muestra tanta densidad documental, es porque tiene una firme convicción y determinación en lo que predica.
No pretendo decir ni mucho menos, que Don Mariano Rajoy sea practicante -ni siquiera simpatizante- de las tesis nacionalsocialistas, pero sí padece, a tenor del párrafo ateriormente expuesto, de un clasismo galopante, un defecto que es a todas luces incompatible con un sentido democrático de la política, pues la democracia se sustenta en el precepto que asevera que todos somos iguales ante la ley sin importar nuestro origen ni estrato social.
Esto no es una cuestión de derechas o izquierdas -si bien es cierto que la derecha española tiene poco en común con la derecha "económica" europea- es una cuestión de percepciones, y la del Señor Presidente es preocupantemente retrógrada, es esa forma de entender la vida como un ejercicio de caridad más que de justicia social, esa justicia a la que él denomina despectivamente "envidia igualitaria", o lo que es lo mismo, los privilegios han de venir de cuna y no por que sea justo o necesario.
Joseph Goebbels, ministro de propaganda de Hitler, decía que el secreto de un dictador moderno estaba en hacer creer a las capas sociales por debajo del poder, que los derechos de los que gozan son privilegios, juzguen ustedes mismos...

Hugo Roig Montesdeoca

Empresario, escritor y militante del PSC-PSOE Telde, Delegado en el Comité Insular de Gran Canaria. Coordinador Adjunto y Profesor titular del Programa de Alta Dirección de la Harvard Business School, Harvard Managementor.

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