Si la persona no ha aprovechado su tiempo terrenal, es posible que su alma permanezca cercana a la Tierra después de la muerte, pues lo negativo que no ha sido trabajado es el futuro de la persona y de su alma. En los lugares de expiación el alma tiene que expiar a menudo dolorosamente aquello con lo que la cargó el ser humano y que permanece activo en ella. La contabilidad cósmica es exacta. El Debe y el Haber del ser humano y de su alma están en comunicación constante con el Universo y están registrados en el mismo. El Debe y el Haber es algo decisivo a cada instante, pues sopesa y mide. El pasado que el ser humano ha puesto en orden es el futuro del alma, cada ser humano es por tanto quien forja su propia suerte. Nadie puede imponer a otro su energía, pues lo que cada cual emite lo recibirá de forma justa él mismo.
Está escrito que el ser humano no debe engañarse, pues lo que él siembre es lo que cosechará. A menudo cada persona debería reflexionar acerca de la justa contabilidad de Dios, pues cada persona recibe únicamente lo que él mismo ha sembrado, sin embargo en ocasiones culpamos a Dios de cada golpe del destino, de cada contrariedad, sin embargo Dios no es el dios castigador de las iglesias.
Un peregrino que camina alerta por esta Tierra es consciente de que no existen las casualidades y de que todo tiene algo que decirnos. Él sabe también que un poder más elevado le asiste, de tal modo que le es posible arrepentirse y pedir perdón a tiempo sobre lo que aún está pendiente, y si además está dispuesto a no volver a cometer lo mismo o algo parecido, aquello que aconteció puede ser anulado o transformado en positivo. En este punto pueden servirnos las palabras de Jesús de Nazaret en su Sermón de la Montaña que dicen: "Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él de camino, no sea que tu adversario te entregue al juez y este al alguacil y termines en la cárcel. Yo te aseguro que no saldrás de allí hasta haber pagado hasta el último céntimo".
Teresa Antequera Cerverón