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03 May

Serán cosas de la edad, pero de vez en cuando se me ocurre escribir, o intentarlo, y hablar de aquellas ceremonias que conformaron el tiempo de nuestra juventud, como el Guateque, que da título a esta crónica.

Y que consistía en una reunión casi clandestina celebrada en una casa de posibles entre enemigos (...) cordiales de ambos sexos y sin sexo, a ver si me comprende.

Y digo enemigos porque no había amor. Todavía recuerdo a una señorita en sus quince, concentrada como un cartucho que le ponía a uno los brazos, así, a todo lo que daba como un freno irreductible. Y, encima, era de poco hablar y sólo bailaba una pieza, dejando al bailarín casi descansado.

El escenario era el saloncito de la casa, con un mueble bar y un tocadiscos que era el verdadero protagonista de la velada. Un artefacto que echaba mucha música bailable a la que nos agarrábamos, a falta de otra cosa, los magallotes. Una media bañadera repleta de cup que fue más tarde güarapita de romería y que en lo que nos ocupa era una pócima mágica que animaba nuestra salvaje condición, hasta el punto que a más de un osado que tiró de la pretina de la faja de la moza, le costó una buena cachetada, faltáría más, yo soy una persona seria, ojo, decía la fajada repleta de laca. Otro freno. Y se bailaba sin hablar y se bebía en las pausas, entre pieza y pieza (las erecciones serían hoy impagables) pasando la tarde. Dentro de la enfermiza timidez de la época hubo excepciones, como el osado de mi quinta que lograba arrinconar a la muchacha mas desinhibida (...) contra el pasillo de atrás y se enfrentaba a la laca, a la faja y a la temblorosa entrega de la moza. Era el mascota que hoy es otra cosa. Más bien chico, pero con el pelo peinado con brillantina y un fuego en los ojos que parece ser que dio resultado entre las féminas. A los hechos me remito. Hoy ni se parece, pero comparado con las del guateque se mantienen bastante bien. No fuma y camina cada día lo menos una hora o más. Ellas también, pero ahora si fuman, dejaron la laca y siguen pintorreándose.

Pues a grandes rasgos así era el guateque. Y hemos querido recordarlos porque marcó una época premonitoria de la actual: no había comunicación entre seres de una misma supuesta raza racional, perdón. Hoy existen infinidad de medios y la gente sigue sin hablar si no es por el móvil. El tocadiscos es una pieza de museo y se baila ¡aún más separado que ayer! La faja sólo se usa bajo un traje de fiesta y las jóvenes lucen (...) barriga al aire – no me parece mal – adornada con algo de ferretería, un señuelo que desprecia nuestro citado mascota , defensor a ultranza del acoso tradicional, de los ojos de pájara echada y del cortejo macho-hembra o viceversa.

Y el guateque acababa cuándo llegaban los dueños de la casa, dónde el cabeza (...) mostraba su desagrado por las cáscaras de manises, el olor a tabaco y que el tresillo estaba revuelto, mientras su esposa intentaba calmarlo diciéndole que "déjalo Frasco, que es la edad...". Y acababa la tarde y el guateque. Ni más ni menos.

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