Pues aún así, hay que tener ese soporte o tarjetas para que a usted, moro, negro, indio o forastero, le recete un facultativo cada vez que tenga un dolor. Y la oficina de farmacia, la botica, le venda pastillas para recobrar la salud, que es el más preciado entre los bienes de la humana condición.
Recobremos pues, algunas premisas ya olvidadas que nos hacían creer que éramos seres racionales y más o menos civilizados: "reparto equitativo de la riqueza, respeto a los derechos humanos, igualdad de derechos entre personas de ambos géneros, educación universal, gratuita y de calidad; sistema sanitario igualmente universal y gratuito y convivencia respetuosa con el medio ambiente...". Etcétera. Perfecto.
Pues a pesar de esa perfección y de que es posible – porque el planeta puede alimentar, educar y sanar a sus habitantes que giran -, hay mucha gente (...) que está en contra, lo que sólo se explica desde la salvajada atávica del que descubre, desde muy temprana edad, que desciende del mono o que su antecesor fue esclavo y que se acepta. Un medianero o similar. O que pertenecen a las nuevas generaciones de chimpancés. Perdón.
Y si se muestran contrarios a lo antedicho es que son unas malas personas. Ni más ni menos. Y, encima, se autodefinen como cristianos demócratas educados en los principios que no tienen fin. Bueno, ejemplos hay de sobra. No hay sino ver (o leer) lo que acontece. Podríamos enunciar la palabra SIN y que el sagaz lector añada lo que le plazca y, una vez despejada la incógnita, reflexionemos sobre lo que supone en descrédito para este viejo (...) país el dejar morir a sus habitantes, porque moran acá, pues. Creo. En nombre de la patria se han cometido salvajadas y los patriotas dejan de serlo cuando le tocan el bolsillo, que es cuando aparece Suiza, Luxemburgo, las Islas Caimán, etc. que se llaman – todavía - ¡paraísos fiscales!, otra desvergüenza consentida hasta por el papa, prefecto de la Inquisición.
O sea que este fin de semana los inmigrantes (me suena) no tendrán la ley a favor y si le pica que se rasquen y si se enferman que se mueran – salvo previo pago – porque no tienen tarjeta, dice la ministra, pura poesía, que es – casualmente – hermana del que fue nuestro presidente del parlamento de las Canarias todas. Un godo que sigue ahí, riéndose como si nada. Y que se apellida Mato, como Bush, y que debe tener la almorrana rebellada. Lo digo por la dulzura de su faz, tan femenina.
Hace pocos años era un problema la arribada de cayucos y pateras ante las playas con bandera azul, llenas de isleños con el vaso frío en la mano, cuándo éramos casi ricos. El sábado, los supervivientes serán carne de cañón y sus hijos, esos ojos maravillosos, tendrán que comprar las gotas para el dolor de oídos, para no escuchar las quejas planetarias. Siempre serán atendidos en urgencias, dice un vasallo que hace poco pontificaba sobre la saturación de las urgencias; y que nadie quedará sin asistencia y con esas medidas de cajón de sastre (¿desastre?) nos ahorraremos un montón de euros (mucho menos que el croata que acaba de fichar por un rico equipo de fútbol: demagogia). Y es que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, me dice un conservador de la nada, obviando lo que citamos y que muchos negritos murieron en nuestras costas llenas de campos de golf, de spá´s y de relajación. Cuando la ETA era preocupante para los del arrastre de ganado.
La engañó el novio, se decía no hace mucho y hoy escucho lo mismo, con la variante política en boca de un isleño que no podrá explicar jamás el porqué es de derechas. Y es. Pero tiene papeles y tarjeta sanitaria. Nada que ver con los esclavos que le cultivan su finca y que son, a lo mejor, menos oscuros que el dueño. Pero son moros o negritos.
Siempre ha habido ricos y pobres. Palabra de dios.
El sábado, ya lo saben, si usted es foráneo (futbolistas aparte) no se le ocurra enfermarse. Y hay que aplaudir a los médicos que han manifestado su objeción y atenderán al enfermo sin mirar el color de su piel. Algo es algo.
¿Se puede dejar enfermo a un niño sin papeles...? sí, dice un encargado, no tiene tarjeta de transporte y hay que cumplir la legalidad. Yo "ha" cotizado, afianza, y tengo mis derechos, dice, como una copia del ministro de economía – más bonito que un San Luis – o, por qué no decirlo, de la señora Mato que, aunque no lo parezca, también tiene su corazoncito.
Hijuechusas...? Puede ser, deben ser. Lo son. Legítimamente.
