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22 May

La canariedad de Benito Pérez Galdós

Para empezar, quiero decir que no me considero con autoridad para analizar la obra literaria de Galdós –sería una perogrullada manifestar que fue un excelente narrador, un gran dramaturgo, un afilado articulista y un prolífico intelectual–, estudiosos, críticos y panegiristas, más profesionales y entendidos que yo en la materia, no le han faltado a su obra.

Por otra parte, no deseo ganarme la antipatía, ni es mi intención desautorizar al profesor, compatriota y amigo Francisco Tarajano, ya que en mi síntesis sobre el personaje hay una mezcla de reflexión y emoción que aparenta contradecir su tesina publicada, nada más lejos de la realidad, cuyo razonamiento no tiene porque ser subjetivo. Si bien no cuento con documentación para afianzar mi valoración en cuanto al compromiso político y patriótico de Galdós para con Canarias, es su obra fiel reflejo del desdén que a su tierra natal hizo, ya que no la aludió ni defendió públicamente. No hay patria chica ni patria grande, todas las patrias son grandes.

En algún momento que escribía este comentario, pensé en abandonar mi teoría sobre Galdós o cambiar el sentido para no herir sensibilidades, pero me engañaría a mí, porque no es lo que siento ni lo que entiendo, no de su obra literaria, sino de su moral y su compromiso con Canarias.

Confieso que he leído poco sobre don Benito, y que lo leído ha sido tardíamente, seguro que por prejuicio, quizás por el tópico, o verdadero sentimiento del insigne escritor referido a Canarias, cuando dijo que "de esta tierra no quería ni el polvo". O tal vez porque, que yo sepa, a lo mejor me equivoco, no escribió o dijo nada público, importante o no, referido a nuestras islas, a excepción del conocido renegar de ellas. Es mucho el desamor creado en el pueblo canario por esas declaraciones, que muchos tratan de justificar como banalidad, o carencia intelectual para enjuiciar sus palabras, de aquellos que manifiestan su disconformidad: las palabras son las que son y en momentos determinados expresan profundos sentimientos. ¿Por qué no pudo ser soberbio, Galdós?, ¿es que no era humano? ¿Es que no pudo sentirse agraviado porque nadie lo entendiera, incluyendo a su prima, o que le ningunearan en Canarias y reaccionara así? ¿Es que su potencialidad intelectual le aparta de las emociones?... ¡Por cuanto sufrimiento debe pasar un autor, en la materia que sea, cuando su creatividad o sus ilusiones no son compartidas...! ¿Pero hasta el punto de enojarse con su patria?, ¿es que no conocía su patria, no sabía del colonialismo atroz que padecía y padece?

Fue don Benito un buen español porque eligió ser español y porque su conciencia se hizo española. Nacer en un lugar no es determinante para ser hijo de él; sentir el terruño, amarlo y defenderlo es elegir la nación con la que se identifica. Pérez Galdós vivió de espalda a Canarias, de cara a Madrid y a esa España de la que tanto habló por escrito, descifrando sus miserias, denunciando las injusticias y combatiendo el pensamiento retrogrado del clero y de la monarquía. Lo admiro hasta por eso, pero no lo reivindico como un autor canario; además, él no lo hubiera permitido. Hay quienes lo preconizan como el embajador de Gran Canaria ante el mundo y la realidad es que, en el mundo, nadie lo relaciona sino con lo español. La verdadera nacionalidad o patria no se impone, se elige. Se me viene a la cabeza un autor, nuestro, nacido en Madrid, llegado a Canarias muy joven, con su familia, quien asimiló nuestra cultura, nuestras costumbres, pensó, sintió y vivió como un canario más, y lo dejó por escrito: me refiero a Pedro Lezcano. Creo que el caso de don Benito está en la misma tesitura: sintió, amó, defendió a Madrid y a España como un buen madrileño y como un fiel español. Incluso, me atrevería a decir que, reconociendo la universalidad de su obra, estamos ante un autor endogámico: Madrid parece ser su íntimo escenario de observación, ojeando a la perfección la España de adentro pero obviando la de afuera. De su boca salió:

"Pero la clase media, la más olvidada por nuestros novelistas, es el gran modelo, la fuente inagotable. Ella es hoy la base del orden social: ella asume por su iniciativa y por su inteligencia la soberanía de las naciones, y en ella está el hombre del siglo XIX con sus virtudes y sus vicios, su noble e insaciable aspiración, su afán de reformas, su actividad pasmosa. La novela moderna de costumbre ha de ser expresión de cuanto bueno y malo existe en el fondo de esa clase, de la incesante agitación que la elabora, de ese empeño que manifiesta por encontrar ideales y resolver ciertos problemas que preocupan a todos, y conocer el origen y el remedio de ciertos males que turban las familias. La grande aspiración del arte literario es dar forma a todo esto".

Si bien la obra de Galdós se circunscribe a Madrid, en excelente estilo costumbrista, fue también el insigne un pensador, un político con compromiso activo –no nos olvidemos que ejerció de diputado por el partido de Sagasta, "Partido Liberal"–, un académico, anticlerical y republicano: un hombre con gran relevancia pública. No obstante, tratándose de una personalidad influyente en su época, parece inhibirse en cuanto a los problemas que turban, como él dice, a las familias de Canarias y de la América colonial.

Al menos yo no tengo conocimiento de artículos, declaraciones, afirmaciones o negaciones de Don Benito, hacia la España de ultramar –no sólo me refiero a Canarias sino a Cuba, Puerto Rico, Filipinas–, y más bien silencio ante el gran acontecimiento nefasto para España: la perdida de las colonias, donde también se soltaba Canarias y que, por desgracia, así no sucedió. En este aspecto si se retrataron Unamuno, Azorín y algunos intelectuales más, miembros o colaboradores del Instituto Libre de Enseñanza, fundado por el pensador krausista, Francisco Giner de los Rios, rechazando la guerra colonial. No se tiene noticia ni compromiso de Galdós entre esa pléyade intelectual y progresista.

Debió don Benito tener conocimiento de todo ello, pues, además, su hermano era militar, oficial, con méritos, en Cuba, más tarde Capitán General de Canarias y creo que gobernador de Gran Canaria, como también saber, si no directamente, pues salió en prensa española, sí en el parnaso donde se relacionaba, de un asunto referido a Canarias y a Cuba con la detención arbitraria del libertario Secundino Delgado, secuestrado en la cárcel Modelo de Madrid. Sí supieron de este apresamiento, porque quisieron saber, el diputado en España, pero con alma canaria, Nicolás Estévanes y el anarquista Fermín Salvochea, quienes le ayudaron en su proceso y, no menos, moral y humanitariamente. Ni una letra de Galdós al respecto: estaba él tan ocupado con su Madrid, con su España y sus clases... O quizás se había fugado a París, en momentos convulsos, para descansar de ser español. Con toda la admiración que puedo sentir hacia Galdós como escritor, la misma que siento por otras mujeres y hombres de la cultura, jamás lo voy a reivindicar como un canario, sobre todo en honor a su memoria, ya que no serlo fue su deseo y convicción.

Allá aquellos que se quieran engañar o, interesadamente, usar como referencia patriótica al ilustre, y no me refiero a Tarajano (me consta que él defendió a Galdós contra corriente, con sinceridad, haciendo un trabajo de arto sacrificio cuando casi todos denostaban al ilustre), sino a los oportunistas y carroñeros coyunturales que más tarde se convierten en demócratas; cada cual reivindica, en muchos de los casos, más que a los suyos, lo que le interesa. También yo glorifico a los míos, a los pensadores, escritores y creadores que han puesto su intelectualidad e inteligencia al servicio de Canarias, denunciando su sometimiento colonial e incluso, aquellos autores que, por su cobardía, la pinten de forma colonial ante el mundo: se puede amar a Canarias, hasta colonialmente, pero nunca despreciarla. Al respecto, echo manos a un fragmento de un prólogo que Víctor Ramírez hace a Francisco Tarajano, en su libro "Desde el Aguayro" Dice así:

«En una patria colonizada la sinceridad poética siempre será bronca, jamás será suave. El mismo Tarajano expuso, muy sencilla, muy directamente, cuál es la misión del intelectual honesto, decoroso, en nuestra patria sometida, la misión del intelectual independentista que ha de andar permanentemente alerto para no sucumbir a las tantas tentaciones de la debilitadora vanidad. Y la expondría en una sencilla estrofa: Si peleando yo muero/ nadie se acuerde de mí/. Fui canario en el desierto/ pero nunca un muladí. Nunca un muladí, un renegado, nunca. –Escribió Víctor sobre la estrofa de Tarajano.

No le valió de mucho a nuestra Patria que Galdós fuera un celebérrimo: político, liberal, anticlerical, progresista, académico, socialista, republicano...; tampoco creo que ignorara los problemas y la convulsión existente en referencia a España y sus colonias, Canarias incluida, pues entablaba buena amistad con Fernando León y Castillo, pareciendo reprimirse ante semejante acontecimiento de dominación española sobre otros pueblos, al contrario del compromiso literario, que sí asumió, con respecto de la dominación francesa en España. "La gran aspiración del arte literario es dar forma a todo esto" Es decir, aclarar, es decir, denunciar. Son sus palabras.

En esta colonizada patria nuestra, existe la cobarde costumbre de desenterrar a los muertos y enterrar a los vivos. Da igual el pensamiento, la ideología, la altura intelectual; es cierto que se sustentan, apoyan y premian a los de la pluma dócil, colaboracionista y colonial, y se soterran a las mujeres y hombres de la pluma rebelde, usando como excusa, por ejemplo, a Don Benito Pérez Galdós. ¡Si Galdós levantara la cabeza! Pues yo también uso a Don Benito como pretexto, para ventilar un poco el hedor intelectual de los que colaboran con la putrefacción de nuestra Nación Canaria. Y lo hago desde mi solitaria tribuna, como puedo, con miedo incluso, pero con decencia, en este desierto al que me y nos confina la casta impostora que se hace llamar canaria o defensora de lo nuestro. Todos los modelos para la ilustración y el conocimiento de nuestros hijos se han impuesto, desde el primer contacto con la enseñanza, a través de autores foráneos y acontecimientos de allende nuestra realidad: sobre todo las glorias de España, la valentía de sus héroes y la bondad de sus monarcas; haciendo digerir, además de nuestro sometimiento, su sanguinaria historia como la gran epopeya para la civilización humana: la colonización. Anacronismo vergonzante del que se vanaglorian, creyéndose aún con derechos sobre los pueblos, y magnificando la grandeza de su añorado imperio, exhibiendo, entre otros, a sus prohombres de las letras, la pintura, la ciencia, el deporte y hasta del parchís.

Seguro que a Pedro Lezcano, al que uso de referencia por la analogía patriótica con Galdós, si se diera cualquier contrariedad política por lo que su figura representa, la ralea españolista en Canarias no tardaría en estigmatizarlo de godo, para mancillar, sobre todo, su pensamiento escrito, como lo hace con los que aquí estamos presente y otros tantos ausentes, a quienes se nos tacha de radicales independentistas. Para mi es un honor. La misión de un escritor honesto es dar forma y mostrar la realidad existente, y la que existe en canarias se llama colonialismo rancio español, que siempre se solapa con el humo de la otra calaña intelectual de oficio. No me vale eso de que nadie es profeta en su tierra, en esta colonizada nación a los profetas rebeldes se entierran o se abaten desde que empiezan a caminar. También podemos ver a los que encumbran, desde la música hasta la escultura, porque van sumisos al pesebre y contribuyen a perpetuar el estatus colonial.

A mi juicio, la literatura no solo debe tener buena vista y sabor sino alimentar las conciencias. Y la conciencia aquí, para el bien, el progreso y la prosperidad de canarias y de su pueblo, debe ser soberanista.

Canarias no le deba nada a Galdós, de la misma forma que Galdós no le debe nada a Canarias; pero tiene mi aplauso, no sólo por ser un excelente escritor sino porque tuvo el honor de elegir patria: fue un fiel español.

Isidro Santana León

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