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23 Sep

También los ricos se hastiarán algún día de su poder

De Jesús de Nazaret hemos oído: "Si quieres ser perfecto vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven y sígueme. Porque Yo os aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los Cielos. Os lo repito, es más fácil que un camello entre por el ojo de la aguja que un rico entre en el Reino de los Cielos"».

En la historia de la humanidad siempre hubo ricos y en la actualidad aumenta el número de ellos, de la misma forma que muchas almas quieren volver a encarnar nuevamente en la Tierra, porque sus matrices están programadas en ese sentido. Un alma que no se puede separar de su dinero y de sus bienes, del prestigio y de la riqueza, una y otra vez alberga la esperanza de poder encarnar nuevamente en ese «oasis de bienestar». El alma que perteneció a uno de esos clanes de riqueza aspira repetidamente a encarnar en uno de los así llamados, «clanes familiares acaudalados a largo plazo». Algún miembro del clan familiar, a través de un enlace matrimonial y del engendramiento de hijos, creará una nueva cuna para un alma que espera regresar donde ya vivió en una encarnación anterior, un entorno que considera «el tesoro más preciado».

Pero en algún momento la cuna para un alma tal, atrapada en su mundo de deseos, se tornará vacía, o es posible que una época de transformaciones le prive de la oportunidad de conservar el capital o incluso de aumentarlo. Qué duda cabe de que el engranaje del tiempo hará que ese «oasis de bienestar», el dinero y el patrimonio se conviertan en «érase una vez». Pues ningún alma atada a la Tierra puede a la larga conservar la riqueza del que fue su ser humano, ni puede exigirlo encarnándose repetidamente en el mismo clan. En algún momento el ser humano sufre, y después de abandonar el cuerpo, sufrirá el alma. En algún momento se hastiará de ser una persona con poder.

Toda persona tiene que recorrer su camino individual de vida, con ello cada alma está a merced de sí misma hasta que comprenda lo que significa la vida, y que sin el «olvido» de los placeres humanos no se puede recorrer el camino de la liberación. Para ello una buena ayuda sería considerar desde una mayor distancia lo que nos ocupa día a día, los sucesos y situaciones, las aspiraciones de poder y el ejercicio del mismo.

La palabra que conduce a la vida es el camino de la Verdad. Sólo hay una Verdad, que es Dios, y Dios es ilimitado. En el origen de nuestra alma somos seres divinos, es decir, seres espirituales, que no están atados ni a tiempo ni a espacio. Cada ser espiritual es en la misma medida heredero del Reino de Dios y de ese modo, libre, ilimitado y si restricciones. El cuerpo espiritual del ser divino es la ley eterna, Dios, la ley eterna comprimida. Por esa razón es divino.

Ana Sáez Ramirez

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