En Roma, por lo visto, tienen una variedad de papa parecida a la canaria pero reúne las tres características en una: actúa de tal y cual, viste como un papahuevo y la papa que más le gusta es la papita suave. Vive en el lujo más absoluto y dirige una de las mafias más potentes del mundo, con ocultación de abusos y compraventa de menores y violaciones en masa durante años. Dicho Papa preside la institución que más dinero público recibe en el mundo a cambio de estar estorbando cualquier tipo de reforma progresista que atente contra sus excesos y privilegios. Y como se ha podido ver y constatar, tiene a su servicio a la mayoría de medios de comunicación mundiales y locales que son los que le definen -previo guion- el perfil de un ser próximo a Padre Dios.

Antes de ser elegido, el papa tiene un aspecto saludable, pero una vez ostenta el cargo, comienza a arrugarse como una papa y a envejecer a pasos agigantados hasta parecer una musaraña fosilizada. Cuando alcanza este aspecto depauperado cuyo cometido es dar lástima, el pobre, comenzará el aparato eclesiástico y civil de agitación y propaganda a buscarle algún hecho de su vida que pueda venderse como milagro para demostrar que es un santo. Se lavará su pasado connivente, en este caso, con la dictadura argentina, aunque la iglesia siempre está en connivencia con el poder. El que sea. Y así el toletismo rampante dirá que es un hombre sencillo y campechano que llega al corazón de las personas y Patrimonio de turno permitirá que le instalen una estatua en la Iglesia de la Concepción. Al lado del otro. Entonces ya habemus dos papas.

Paco Déniz