En su funcionamiento habitual una central nuclear emite material radioactivo tanto por el aire como por las aguas residuales, siendo cantidades muy pequeñas que sólo pueden conducir a cargas radioactivas muy bajas. Sin embargo en el año 2007 se llevó a cabo en Alemania el llamado estudio Kipp, con el fin de analizar la frecuencia con la que se dan casos de cáncer infantil en las cercanías de centrales nucleares, llegando a la conclusión de que con este procedimiento epidemiológico en las proximidades de centrales nucleares, se detecta un aumento de casos de leucemia en menores.
La central nuclear imita el funcionamiento continuo de los radionucleidos, y el medio ambiente se contamina a través de radionucleidos presentes en el aire, las lluvias, los regadíos o el suelo y que proceden de las fugas de centrales nucleares, por explosiones subterráneas de armas atómicas, por almacenes de residuos o el remanente de pruebas realizadas en la atmósfera. Los radionucleidos son absorbidos por el medio ambiente y van a parar a los ciclos naturales llegando al ser humano a través de la alimentación. Dichas emisiones las mide el operador de la central nuclear, y basándose en ellas calcula el valor medio. Los días en los que aparecen los valores máximos, las personas y los animales en un radio de acción determinado están expuestos a una dosis mucho mayor, incluso una mujer embarazada y su futuro bebé estarían altamente expuestos, con las graves consecuencias para la salud que pudieran derivarse de dicha exposición.
Ana Sáez Ramirez