Si al desastre de un sistema educativo, que hace agua por todos los sitios, añadimos una crisis alarmante de valores y referentes morales y culturales, nos podemos encontrar con escenas como las que vivimos el pasado día 20. Estos acontecimientos luctuosos son típicos de una sociedad en descomposición, a la deriva, sin un rumbo fijo.
Da la sensación de que algunos pretenden dar carpetazo a esta muerte con la expresión técnica "brote psicótico". Es la forma más fácil y cómoda de cerrar el asunto provocado por factores de otra índole, que tienen mucho peso en estos comportamientos. La muerte de Abel ha sido un fracaso de la sociedad en la que nos ha tocado vivir, una sociedad donde los valores morales y culturales se consideran parte del pasado. Para ciertos colectivos sociales autoridad, respeto, honradez, esfuerzo, afán de superación y sacrificio, por ejemplo, da la impresión de que están estigmatizados e incluso llegan a considerarse hasta políticamente incorrectos.
Debería haber un antes y un después de este episodio violento. Es la hora de consensuar un pacto social por la Educación con el mayor apoyo institucional, un pacto que es necesario y urgente.
El acuerdo debería estar carente de retrancas ideológicas y políticas. Los legisladores parece que están más pendientes de legislar en favor del adoctrinamiento de todos los colores que de abordar los problemas que acechan al ámbito educativo y a la sociedad en general.
Sería indigno de un Estado de Derecho y de una sociedad democrática que se cerrara este caso en falso como ha ocurrido con otros de la historia reciente. Es hora de replantearse en serio el dasaguisado educativo evidente en España desde hace bastantes años. Asimismo, urge una regeneración amplia a todos los niveles lo más desideologizada y despolitizada posible. Dicha regeneración habría de fundamentarse en unos valores básicos que funcionarían a modo de pilares en la sociedad, ya que de otra manera nos seguiríamos moviendo en en el fango en el que llevamos mucho tiempo y con un horizonte incierto.
Jesús Manuel Díaz Lorente
