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06 Sep

Si el ser humano dominara sus sentidos captaría más

Si usted tiene un animal doméstico, que es una criatura hermana proveniente del Océano Dios, haga un pequeño "experimento" con él: trate de prestar atención a su respiración. Su aliento es semejante al suyo. Tanto en el ser humano como también en los animales la respiración es rítmica. Ya sea un animal o una persona todos respiramos el mismo aire. Puede que varíe el ritmo respiratorio, siendo en unos más profundo y en otros más superficial. Con respecto al ser humano esto significa que según sea su comportamiento, según sea el estado actual de su conciencia, respirará más profunda o superficialmente. Cada animal respira por lo tanto de acuerdo a su estado de conciencia, que es su conciencia de comunicación con la Creación y con el Creador, a no ser que el animal sea obligado a hacer algo o sea perseguido por el hombre.

Un aprendizaje práctico sobre la unidad universal nos permitirá echar vistazos instantáneos, así como miradas de amplias dimensiones en la vida superior. Por eso, estimado lector, tenga en cuenta que quien aprende, gana. Aprendamos por lo tanto de nuestras criaturas hermanas, de la naturaleza, de todo lo que la Tierra nos ofrece en belleza, luz y fuerza. Aprenda a afirmar al Creador eterno omnipresente que es el Océano omniabarcante del SER.

Gabriele, la profeta y mensajera de Dios para nuestro tiempo, explicó en una hora de enseñanza al respecto: Un valioso paso de aprendizaje para llegar a la unidad cósmica podría darse si usted por ejemplo realiza un paseo por el bosque. En la tranquilidad de la naturaleza apóyese en un árbol y escuche en la espesura, notará que respira. Cada árbol respira a través de su colectivo de consciencia correspondiente. Si usted llega a un campo de flores, escuche compenetrándose con el campo de flores. Cada tipo de flor está integrado en un colectivo que según sea su estado de consciencia respira en el Océano universal del SER, en el hálito del Creador eterno.

Si los seres humanos aprendiésemos a dominar nuestros sentidos, entonces paulatinamente llegaríamos a comprender que a todos los seres vivos y a todas las formas de vida los alienta el Creador eterno, que la profundidad de la existencia, la Palabra del Universo también la recibimos nosotros en lo profundo de nuestra alma, en el núcleo divino. Claro que para esto hay que cambiar de modo de pensar, y hacerse consciente de lo que significan el amor a Dios y al prójimo. En definitiva lo que Jesús de Nazaret enseñó una y otra vez.

Ana Sáez Ramirez

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