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05 Feb

Una cosa es ser concejal sin más, y otra muy distinta ser concejal de la calle. Esto lo he descubierto gracias a la iniciativa que llamamos "Pleno abierto" y que pusimos en marcha el pasado mes de noviembre. Desde que ocupé por primera vez el sillón de concejal empecé a comprender a la gente que decía que "eso" (se referían al pleno) no servía para nada, que era un paripé.

Desde el concepto abstracto, el pleno es o debería ser, la herramienta más útil de que dispone la administración local para dar solución a las cuestiones cotidianas de sus vecinos, más allá de presupuestos y otras cuestiones administrativas que también son importantes, pero no únicas. Ese era mi parecer hasta que viví mi primer pleno, hace ya un año y pico. Comprendí que los ciudadanos no utilizaran su derecho de asistir a las sesiones y que no tuvieran el más mínimo interés, cuando no respeto, por lo que allí acontecía. Por mucho que me cueste reconocerlo, constaté que el salón de plenos estaba muy lejos del ciudadano.

Tampoco hay que extrañarse, pues esa indiferencia era fiel reflejo de lo que pasaba en con la política en general. "Pero ¿para qué te vas a meter en eso Alejandro?, la política no sirve para nada, ahí todo el mundo va a lo suyo". Cuánta gente no me ha dicho eso desde que decidí que las cosas había que cambiarlas desde dentro. Pues con el pleno de Telde, igual.

Pensamos que la única forma de que los vecinos volvieran a confiar en la institución era abrírsela de par en par, ponerla a su entera disposición. Y así lo hice desde mi modesta acta de concejal. Cuál fue mi sorpresa, la de mis compañeros socialistas, al ver la respuesta en las redes sociales, la gente tenía sed de transparencia, de democracia. En el primer pleno trasladé un par de propuestas vecinales en mi turno de ruegos, y sólo tres plenos después tuvimos que priorizar entre una larga lista de propuestas porque era imposible trasladarlas todas en los cinco ruegos que me concede el reglamento. Esta chispa ciudadana, esas peticiones que días antes del pleno me llegan a través de facebook, whatsapp o cara a cara, me demuestran que en el fondo, aunque enfadada y desencantada, la gente sigue necesitando y participando en política. El sistema, el pleno en este caso, sólo está vivo si está abierto.

Una vez más, me encuentro con el mismo concepto, que viene a reafirmar todo mi ideario político y social: las personas son las que dan vida al sistema, por lo que el sistema sólo debe entenderse si es al servicio de las personas. Tres plenos después no sólo ha cambiado mi parecer sobre su sentido, sino que disfruto cada pleno de una forma muy especial. Disfruto de darle utilidad a mi presencia allí, de poder ofrecer respuestas y a veces también soluciones a los vecinos y vecinas que confían en mí, y creen en mi compromiso con ellos.

Para mí es prueba suficiente de que puede hacerse esa política que defiendo centrada en la gente, en la que los ciudadanos son lo más importante. Prueba suficiente de que el espíritu democrático sigue vivo en lo más profundo de la sociedad. Somos sociales por naturaleza y la sociedad es política. Hay que recuperar el sentido solidario del quehacer político, humanizar las instituciones y ponerle cara e historia a los números que tan ligeramente se manejan en papeles vacíos.

Doy gracias a los ciudadanos por devolverle al pleno de Telde su sentido y por darme la oportunidad de disfrutar de la política en un tiempo en que los que la ejercen han defraudado tanto. Es momento de rescatar la crítica, el diálogo y sobre todo, el compromiso con lo que es de todos. Ese es el camino que elegí y estoy convencido de que con esta forma de construir ciudad, Telde volverá a ser referente social, económico, deportivo y cultural.

Desde aquí les invito a que sigan transmitiéndome sus propuestas, para que el pleno sea de Telde, no porque se celebre aquí, sino porque trate asuntos que les preocupan a ustedes, los teldenses, los legítimos propietarios de cada ruego, cada pregunta y cada moción que se traslade al salón de plenos. Si seguimos así, iremos bien, Telde irá bien, y el cambio será bueno para todos.

ALEJANDRO RAMOS

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