Viernes, 29 de Marzo 2024 

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04 Oct

En aquellos tiempos los patronos dijeron a sus obreros: ¡Llévenles unas peladillas a los chiquillos! Y se institucionalizó la figura del aguinaldo por navidad. En esas fechas no sólo se ablandaba el turrón, sino algunos corazones. El resto del año, y debido a su rigidez, dichos corazones no servían ni para componer carne.

Pero en navidad, la misericordia, la limosna y otros desprendimientos momentáneos eran muy característicos. Creo que la misericordia y la limosna ya sólo la practican los musulmanes. Creo. Pero no me hagan caso.

El aguinaldo era un paquetito pequeño que portaba unas peladillas gordas y duras, una caja de polvorones, un turrón del tierno, otro del duro, una botella de sidra El Gaitero, y otra de algún licor relajiento y empalagoso tipo perfecto amor. También, ya luego, un poco más tarde, el aguinaldo contenía una pata de jamón serrano. En cuanto a esta última, en mi familia, como en la mayoría de las familias canarias, no sabíamos para qué servía la dichosa pata, ni como ni cuando se comía, así que se iban amontonando año tras año en la puerta de la solana. Año tras año hasta que un día llegó Fernando el pelú que tenía descendencia andalusí y se las trajo para la Laguna. Los jamones desaparecieron (desofato) y yo no recuerdo haber comido nada. En cuanto a la sidra El Gaitero, mi padre no la recomendaba, pues la bebida espumosa se bota a la cabeza, eran mejor unos rones y unos wiskis. Por su parte, las peladillas, que comenzaron siendo inmasticables, fueron adelgazando hasta convertirse en una especie de cagarruta blanca con un simulacro de almendra dentro. Parecía alpiste y se comía a puñados para lograr así el efecto dulzón deseado.

Pero no sólo aguinaldos ansiaban los trabajadores, de vez en cuando aparecía un sobrito con un par de talegos dentro. El sobrito y una palmadita en la espalda suponían un incremento en los beneficios y el buen estado de la productividad. Eso alegraba los corazones y le calentaba el pico a algunos trabajadores que iban raudos al barítimo más cercano a convidar, logrando un compromiso mayor para con la empresa, pues, en esos tiempos, la empresa era su vida. La gente trabajaba en lo mismo toda su existencia laboral útil. Ahora la cosa es diferente, y del aguinaldo ya nadie se acuerda. Su desaparición es una metáfora de la desaparición de los derechos sociales y laborales, del compromiso mutuo para sacar adelante el trabajo. Por su parte, la raquítica evolución de la peladilla con su minúscula hebra de almendra manida, simula el cerebro de quienes nos gobiernan prometiéndonoslas dulces pero resultando rancias.

Paco Déniz

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