Desde luego, ya es un atrevimiento supino meterse en casa ajena e intentar poner el hogar al gusto que tú quisieras, pasando olímpicamente de sus moradores. Y eso es lo que ha tratado de hacer la señora Kirchner, organizar la vida de los españoles como si ella no tuviese bastante con el quilombo que es Argentina en muchos aspectos, donde aún no se ha recuperado del famoso corralito. Sí, es verdad que en España no es que estemos mal, sino peor, con cinco millones largos de desempleados, pero ello no le da autoridad a decir qué tienen que hacer o no los sindicatos.
No vamos a negar que sobre España opina y nos tutela cualquiera dentro de la Unión Europea, que Francia y, especialmente, Alemania nos ponen deberes a troche y moche para intentar salir de la crisis. Habrá quien entienda que lo que hacen Sarkozy y Merkel es exactamente lo mismo, meterse en nuestra casa, pero con la diferencia que mientras Argentina es otra comunidad de vecinos ajena y lejana a la nuestra, los franceses y los alemanes comparten edificio con nosotros y temen que con gente como los griegos, italianos, irlandeses, españoles y portugueses la construcción amenace ruina y todo se vaya al garete. Normal su preocupación.
Señora Kirchner, usted solvente sus problema, deje de estar preocupándose por lo que nos pasa a los españoles y, en el mejor de los casos, siga entreteniendo a los suyos con la guerra de Las Malvinas, llame a Chávez y monten una revolución contra el Imperio Británico si así le place, pero déjenos a los demás organizarnos como queramos o como nos dejen en nuestra comunidad.
Juan Antonio Alonso Velarde