La democracia interna, esa bandera que siempre se esgrime en los partidos cuando hay relevos en la poltrona de mando, suele brillar por su ausencia. Los hay que consideran la formación como algo hereditario, un puesto que se reparte generosamente entre los afines y los acólitos. En este caso, Basagoiti ha optado por poner a una mujer de paja, Arancha Quiroga, una política que tiene un perfil más bajo que una etapa contrarreloj en la meseta castellana, alguien se seguirá provocando masiva fuga de votos en las próximas elecciones. Pero esto es lo que quieren los populares al mando, hacer del PP algo residual, nada molesto en el País Vasco.
Las bases, a la vista está, no cuentan para los dirigentes de la derecha en Euskadi. Es una especie de Juan Palomo, yo me lo guiso, yo me lo como y a la militancia sólo le quedan dos opciones. O tragan con lo que se les impone desde la cocina 'genovesa' o bien se levantan de la mesa y buscan otro establecimiento donde al menos haya una carta de posibles opciones. Lo que no es de recibo es que no haya alternativa, no exista un debate en profundidad.
Lo cierto es que, sintiéndolo enormemente por la señora Quiroga, el PP se va a pegar un morrazo de los de no te menees con acciones de este tipo. Pero, insisto, el PP parece más a gusto dejándose fotografiar en compañía de los de Bildu mientras departen amigablemente en torno a un café o a una copa de champán. Como canta Rosendo, son 'Maneras de Vivir', el problema para la marca de la gaviota es que su crédito es cada vez más escaso entre los votantes de dentro y de fuera del País Vasco.
Juan Antonio Alonso Velarde