Por eso, sería una más que excelente idea que Metro de Madrid, tan ávido que está en poner revisores por los pasillos más inesperados y apagar las escaleras mecánicas para disgusto del consumidor (sí, no siempre se estropean....), que establezca una especie de normativa para regular a estos músicos ambulantes. Sé que lo de los pedigüeños es casi imposible porque, además, cualquiera de nosotros podría serlo perfectamente.
Creo que resultaría más sencillo, por ejemplo, habilitar zonas en las estaciones para que puedan tocar como además ya sucede especialmente en algunos puntos de la red de Metro. Raro es no pasar por Avenida de América, Diego de León, Argüelles, Legazpi o Usera y no encontrarse con músicos callejeros, algunos de ellos, dicho sea de paso, auténticos virtuosos.
Sin embargo, debería de prohibirse que estos artistas actúen en el interior de un vagón. Nos guste o no, molestan hasta extremos insospechados, algunos tienen que arrastrar estructuras voluminosas y encima (aquí viene la Ley de Murphy) lo hacen en horas punta. O sea, un caldo de cultivo para echarse a muchos pasajeros en contra. Pero a los revisores sólo les interesa si te has podido o no colar en una estación y a ver si con un poco de suerte le arreglas el agujero financiero (y a Dios gracias, de momento, que no les ha dado por darnos un sablazo en los abonos mensuales. Al menos no han dado la nota, valga el símil musical).
Juan Antonio Alonso Velarde